29 de marzo de 2012
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Semana Santa o semana grande como la llaman en algunos lugares de América. Los secularizantes quieren llamar a las vacaciones de esos días “vacaciones de primavera”. Y no está mal. Es un modo de separar la celebración santa de una semana de tomarse unos días de vacaciones, aunque coincidan los días. No se ve muy lógico que unamos semánticamente vacaciones a santidad. Sin embargo ahondando en la tradición judía y cristiana no existe tal distanciamiento entre lo santo y las vacaciones. Es una semana distinta y bajo ese punto de vista tiene un cierto carácter de sábado y lo que implica: descanso y santidad. En la tradición judía el sábado es día de descanso y a la vez día dedicado a Yavhé; y en la tradición cristiana ese día es el domingo, día de no trabajar y oír “misa entera”. Viene de lejos, pues, unir la santidad y la vacación. Antes se decía que era propio de los monjes vacare Deo, o sea dedicarse a Dios. Era la manera más elevada de ocupar el tiempo. Y era tiempo de vacación, como el término expresa, no de trabajo. Sin salirnos de antiguas consideraciones, era el tiempo del ocio, no del negocio –nec otium- El tiempo más humano. Tiempo de juntar, pues a Dios con el descanso. No olvidemos que en el Antiguo Testamento se señala como premio supremo “descansar en el Señor”. Descanso que Dios cierra al pueblo de “corazón extraviado, que no conoce mi camino”. ¿Podríamos concluir que se puede combinar playa y templo, disfrutar de la Naturaleza y celebrar los misterio de la Redención…? Existen razones para que sea así. Pero a cada uno le toca saber qué es lo más presente en sus días de vacación de semana santa.
15 de marzo de 2012
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No se tiene, en general buen concepto del mundo. Digo “el mundo” y, de acuerdo con nuestra manera de hablar, se podría decir “la gente”.” El mundo está perdido”. Y la gente que nos rodea es…. Y los calificativos no suelen ser ensalzadores. Parece existir la necesidad, en no pocos, de que su entorno: la gente, el mundo, estén cargados de maldad o ignorancia. Es el modo de que uno se vea brillar en medio de tanta oscuridad intelectual o moral. Si la gente, el mundo fueran buenos e inteligentes, a uno no le quedaba más que ser, como mucho, uno de tantos. Eso no gusta, es necesario verse superior, distinto y mejor. Y eso pertenece también al mundo, a la gente. Sin embargo el texto de Juan: “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo”, implica que algo bueno veía Dios en el mundo, en la gente. Sólo se ama lo que tiene bondad. No lo envió a condenar, sino a salvar. Claro que tenía y tiene el mundo y la gente, también hoy, aunque no más que en tiempo de Cristo, necesidad de salvación. Pero la salvación se ofrece a quien tiene capacidad de ser salvado, y así es considerado. Con una mirada como la de Dios se puede esperar del mundo, de la gente, capacidad de bien. No son tan malos.Quien así los juzgue no mira con ojos de Dios. Esto si puede ser malo.