Vivir es caminar, desplazarse, sentir experiencias nuevas, encontrarse con rostros distintos, renovarse desde dentro ante las instancias de a fuera. La cultura judeocristiana es la del peregrino, de éxodo: hasta María peregrinó en la fe. Lo cíclico pertenece a culturas agrícolas coetáneas del judaísmo. Propio de éste era una raíz nómada. La misma creación tiene la evolución en su seno, como diría Moltmann, tiene su historia: camina hacia “nuevos cielos y nueva tierra”. La fe cristiana es histórica, como el ser humano sujeto de fe. Es tentación instalarse en la vida. Como también entender ésta como cíclica, esperando siempre el retorno – “de tiempos mejores”. La historia se realiza en el tiempo, pero también en el espacio. El espacio reiterado puede determinar que el tiempo sea repetición de experiencias, no experiencias nuevas. El padre le insistía al hijo adolescente: “fíate de lo que dice tu padre, que tiene muchos años de experiencia”. El hijo respondía: “padre, a mi me parece que has reiterado durante muchos años una única experiencia”.
Caminar es despedirse, sin duda. Pero despedirse no es “morir un poco”, es acumular rostros que la nostalgia los hace revivir con cariño, y que permite estar abierto a otros rostros, que no los sustituyen, sino que los continúan con otros rasgos. Caminar es experimentar nuevos encuentros; pero que no son nuevos del todo: incorporan lo vivido, lo amado, también lo sufrido, en espacios nuevos.
Itinerancia
Vivir es caminar, desplazarse, sentir experiencias nuevas, encontrarse con rostros distintos, renovarse desde dentro ante las instancias de a fuera. La cultura judeocristiana es la del peregrino, de éxodo: hasta María peregrinó en la fe. Lo cíclico pertenece a culturas agrícolas coetáneas del judaísmo. Propio de éste era una raíz nómada. La misma creación tiene la evolución en su seno, como diría Moltmann, tiene su historia: camina hacia “nuevos cielos y nueva tierra”. La fe cristiana es histórica, como el ser humano sujeto de fe. Es tentación instalarse en la vida. Como también entender ésta como cíclica, esperando siempre el retorno – “de tiempos mejores”. La historia se realiza en el tiempo, pero también en el espacio. El espacio reiterado puede determinar que el tiempo sea repetición de experiencias, no experiencias nuevas. El padre le insistía al hijo adolescente: “fíate de lo que dice tu padre, que tiene muchos años de experiencia”. El hijo respondía: “padre, a mi me parece que has reiterado durante muchos años una única experiencia”.
Caminar es despedirse, sin duda. Pero despedirse no es “morir un poco”, es acumular rostros que la nostalgia los hace revivir con cariño, y que permite estar abierto a otros rostros, que no los sustituyen, sino que los continúan con otros rasgos. Caminar es experimentar nuevos encuentros; pero que no son nuevos del todo: incorporan lo vivido, lo amado, también lo sufrido, en espacios nuevos.