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Desde lo hondo

Dios y la corrupción social

27 de febrero de 2013 0 comentarios

El dicho de algún sociólogo de la religión que advierte de que todas las sociedades producen dioses: la bien estructurada un Dios verdadero, las corrompidas, ídolos, se apoya en la teoría del origen social de la religión: ésta es producto de la tribu, del grupo humano para poder mantenerse. Sin Dios, dicen, no hay sociedad y sin sociedad no hay Dios. Como tantas teorías -¿todas?- no deja de tener base, y a la vez lagunas interpretativas. Los que buscamos el origen y la razón de la religión más en el sujeto que compone la sociedad, como algo que va unido a su condición humana, no dejamos de considerar esa base “social”, pues social es también el homo religiosus. No parece fácil al ser humano vivir sin Dios y a la vez sin ídolos, a pesar del desmadrado laicismo que nos inunda. Por eso no estará de más, ante una corrupción que ha salido de los cauces previsibles en la sociedad, pensar en qué dios –ídolo- se cree, qué es lo que explica ¿justifica? de manera absoluta el ejercicio de las capacidades humanas, las relaciones sociales, el modo de vivir, que desemboca en la antisocial corrupción: ¿cuál es la religión de ese grupo humano? ¿Cómo entender que no pocos confiesen su fe en el Dios verdadero? Es decir: ¿qué ha pasado para que el Dios verdadero sea el Dios confesado de una sociedad corrompida? La respuesta no puede ser otra que: el Dios verdadero en quien se dice creer es un dios sin fuerza, sin capacidad de conducir la vida, nada omnipotente, que ha sido sobrepasado por los ídolos, no es Dios.
 



Especular

18 de febrero de 2013 0 comentarios

Según el Diccionario de la Real Academia Española, el término “especular” tiene significados que parecen contrarios. Por una parte “especular” es “perderse en sutilezas e hipótesis sin base real”. Por otra: “meditar, reflexionar con hondura”. Lo que podemos llamar especulaciones en torno a la dimensión del Papa creo que tiene poco de honda reflexión, y más de hipótesis sin base real. Los medios de comunicación abundan en ese tipo de especulaciones, y al hilo de ellos los comentarios de quienes las reciben. Toda interpretación de la renuncia parece válida menos la que él aportó. Una vez más la noticia exige, más que la verdad, el morbo. Quien quiere mostrarse como enterado no puede quedarse en la escueta razón expuesta por el Papa: le faltan fuerzas. Es un hombre de casi 86 años sobre el que pesa una muy compleja responsabilidad. ¿Por qué han de buscarse más razones? ¿No es suficiente esa?
Las mismas especulaciones surgen respecto a quién va a ser su sucesor. ¿Habrá alguien que lo sepa? Yo creo que no. Pues los hay muy enterados de la vida de la Iglesia, no pocos hasta ahora al margen de ella, que creen saberlo. ¿No se puede esperar a que la noticia se ajuste a la realidad, en vez de lanzar hipótesis sin base real, especular?
Otro significado del término especular según el DRAE es “procurar provecho o ganancia fuera del tráfico mercantil” “U.m. en sentido peyorativo”. De esto también existe abundancia, no sólo en los medios, que sí, sino en la vida real. Aquí las hipótesis parecen tener una cierta “base real”. Pues bien, creo que, incluso en este ámbito de “tráfico mercantil,” tampoco se debe tener prisa para condenar. Para condenar no conviene apretar los tiempos. No especulemos sobre los especuladores. Que hablen quienes han de hablar para convertir las hipótesis en tesis.
 



Cuaresma

13 de febrero de 2013 0 comentarios

Tiempo fuerte o privilegiado se considera este tiempo litúrgico. La Cuaresma no tiene sentido por sí misma, está ordenada a la Pascua. Pero no se puede llegar a la Pascua sin pasar por la Cuaresma, es tránsito obligado. La Cuaresma nos alude a conversión, renuncia, penitencia, mortificación, privaciones. Es decir: a algo que en principio no nos es agradable. Pero ha de serlo, ha de ser tiempo de gracia. Ha de serlo en la perspectiva de la Pascua. Es decir del triunfo de Cristo y en él de la condición humana. La Cuaresma anuncia la Pascua, la anuncia viviéndola de modo anticipado. La Pascua de Resurrección es la celebración del triunfo sobre la muerte de Cristo. Si él resucitó, nosotros resucitaremos. Ahora bien Jesús en su vida anunció los valores eternos, los que son más fuertes que la muerte, lo que en el evangelio de san Juan constituyen lo que él llama "vida eterna". Jesús tiene palabras de vida eterna, ofrece un alimento de vida eterna. Él vivió centrado en lo eterno, en lo que supera la muerte: el amor, la intimidad con el Padre, Lo hace ofreciendo “palabras y pan de vida eterna”, ofreciéndose él mismo como eterno. La verdad de nuestro ser, lo eterno de él es lo eterno de Cristo: sus palabras, su vida.

Nuestra cuaresma ha de centrarse en convertirnos al Evangelio, como se repite en el rito de la imposición de la ceniza. Convertirnos a la vida y a la palabra de Jesús, según los relatos evangélicos. Él evangelio señala lo eterno en nuestra vida, lo que anticipa la resurrección porque es más fuerte que la muerte y  es además lo que define nuestro ser. Convertirnos al Evangelio es convertirnos a ser lo que somos. Es convertirnos al amor, a la intimidad con Dios, a la verdad de lo que somos. La lectura evangélica del Miércoles de Ceniza señala esa conversión en el ejercicio de las tres actividades clásica de muchas religiones: ayuno, la limosna, la oración. Nuestra fe las reinterpreta: Ayunar es ser sobrio. Ser sobrio es centrarse en lo esencial de nuestro ser, que es lo eterno, y dejar de lado lo no necesario, o utilizárlo sólo en cuanto ayuda a lo esencial de la condición humana. A la esencia de la condición humana corresponde pensar en el otro, vivir para él. Nuestra dignidad de vida exige la dignidad de vida del otro; nuestra libertad no es libertad si solo es nuestra, en fin, nuestro vivir es vivir con y para el otro. Eso es dar limosna. A lo eterno de nuestro ser, y, por lo tanto, a lo definitorio de él, pertenece el encuentro con Dios: de él surge nuestra dignidad, nuestro amor; en él se fundamenta la dignidad de hijo de Dios. Oración, pues. Ayuno, limosna, oración auténticos, matiza el texto evangélico. El ayuno no para aparentar, sino para ser. Ayunar incluso de las apariencias sociales, religiosas… Limosna que surge del amor, y sólo del amor, y es en gran parte justicia, nos pone en nuestro sitio. Oración, que surge de nuestra condición humilde y pecadora, nos eleva ante Dios, no ante los demás.
Es propio de niños y adolescentes desear los fines sin comprometerse con los medios para alcanzarlos: querer ser ingeniero sin estudiar, se deportista sin entrenarse, ni cansarse. Es infantil desear la Pascua sin Cuaresma, sin buscar lo eterno, lo que nos hace unirnos al Cristo que muere y resucita: buscar la luz sin la cruz, querer ser lo que tenemos que ser a la luz del Evangelio sin depurar la vida, sin superar otros intereses que impiden quedarse con lo esencial, lo que nos hace ser lo que somos a los ojos de Dios, a la luz del Evangelio. No hay resurrección sin conversión; Pascua sin Cuaresma.
 



La fe

4 de febrero de 2013 0 comentarios

La fe es necesaria. Y obligatoria. No por imposición de un mandato, sino como exigencia de nuestro modo de ser. Me refiero a la fe, como confianza en los demás. Si viviera en desconfianza crónica, y por tanto a la defensiva de los otros, ni me desarrollaría como persona humana ni colaboraría a construir el tejido social en el que como persona me he de realizar. Vivo fiándome de los demás. De que no me van a asaltar en la calle, de que el edifico en que vivo no va a caer sobre mí, de que el conductor no va abandonar la calzada y tratar de atropellarme en la acera. Cuando me dirijo al otro, confío en que me escucha, del mismo modo que espero del otro que se haga comprender cuando se dirige a mí. Tengo fe en los profesionales cuando acudo a ellos… Fe, confianza, están en la misma línea. Ambas se basan en la esperanza de que se fían de mí. Si además existe una proximidad afectiva, la fe, la confianza son selectivas, de mayor hondura se fundamentan en el amor. El amor construye la fe, la confianza. Y también la confidencia, que es confiarse a alguien, no sólo confiar en alguien. Ninguna fe exige una previa demostración racional, ni siquiera una experiencia previa. La racionabilidad de la vida, de la vida social en especial, cuenta con la confianza en que podemos fiarnos unos de otros. La sospecha mutua y crónica, el miedo a la convivencia por el hecho de vivir con otros, no podrían ser superados por una construcción racional técnica de la vida social. La misma razón lo descubre. La fe es razonable, aunque no se apoye en argumentos fríamente racionales.
Sobre esas bases humanas se apoya la fe religiosa. La fe es confiar en Alguien, confiarse a él, aceptar sus confidencias y transmitirle las nuestras El misterio de la fe religiosa, es trasunto también del misterio de la fe humana: nadie nos conocemos ni conocemos al otro en toda su dimensión, ni nos apoyamos en certezas racionales respecto a su manera de actuar. Confiamos en poder coexistir con él. Tenemos fe en el misterio de Dios, confiamos en ese Dios que se nos manifiesta tras los velos del misterio. Esa fe se basa en su compromiso amoroso, en que creemos que nos quiere y por tanto podemos fiarnos de él: no nos engaña al descubrirnos nuestra verdad, y sí se ha comprometido y se compromete en nuestro bien, en lo que en términos religiosos se llama nuestra salvación.
 



Sobre el blog
El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…

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Sobre el autor
Juan José de León

Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros...

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