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Desde lo hondo
28 de diciembre de 2014
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En el Génesis se dice en el momento en el que Dios saca de la costilla de Adán a la mujer y éste reconoce “¡esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! “por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Sin embargo en las culturas de entonces el núcleo radical era el clan más que lo que se llamará matrimonio. No había tal ruptura con el padre y la madre, sino que la relación paterno filial se imponía a la conyugal. Algo que podemos ver en culturas actuales, también de grupos étnicos de nuestro entrono. Y que se manifiesta en que sean los padres quienes deciden la elección de esposo o esposa. Sin embargo los evangelistas Marcos y Lucas ponen en boca de Jesús las expresiones del Génesis, como apuesta por la relación conyugal como la que se ha de imponer a otra relación familiar como la paternidad y la filiación. Lo mismo repite san Pablo en la Carta a los Efesios. Surge así la concepción de familia que se ha ido imponiendo en nuestra cultura occidental, avalada por diversos códigos civiles. Podemos decir que es propia de la cultura cristiana. Puede que no fuera esa precisamente el estilo de familia en el que creció Jesús, sino que la fuerza del clan tuviera más relieve: María estará con su pariente Isabel hasta que ésta en su vejez da a luz como muestra de un fuerte lazo “familiar”; en textos evangélicos a veces aparece María y los “hermanos” de Jesús, personas de su “familia”. Jesús, pues, si no es innovador en el concepto de familia fundado sobre la relación conyugal, “que Dios ha unido y el hombre no puede separar”, sí que optó por ese modo distanciándose de la centralidad del clan familiar. La relación conyugal es el origen de la familia. Si ésta tiene como propio la relación afectiva, el amor, ese amor tiene su fuente en el amor de los esposos. En él los hijos aprenden a amar. A amar a su padres, a amar a sus hermanos. Nada puede suplir en los procesos de formación del niño como el amor recíproco entre los padres. Donde éste ha desaparecido se pierde el primer factor educador del niño. Un niño no es un botijo, que depende solo del alfarero, va desarrollando su libertad, acudirá a otros afectos para aprender a amar, tratará de sustituir el que no experimenta existente entre sus padres, pero esa carencia siempre estará presente. En lo hondo de nuestra cultura occidental está, pues, la familia construida como derivación del amor conyugal. Convendría tenerlo más en cuenta.
22 de diciembre de 2014
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“Oh Rey de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia que haces de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra”.
Rey de las naciones y deseado de los pueblos son títulos que tenían un sentido en tiempos pretéritos. Hoy no se piensa en un rey de naciones ni los deseos de nuestro mundo coincidirían en qué esperar de alguien que nos salvara. ¿De qué quieren personas y pueblos salvarse? Incluso algo tan generalizado como negativo que es la muerte no genera un deseo común de alguien que nos libre de ella o al menos le dé un sentido, que rebase el fracaso que entraña. La muerte está ahí, pero se piensa en esta vida más que en ella. No se cree, por supuesto, en una muerte que nos libere del exilio o valle de lágrimas como decimos en la “Salve”.
Si tuviéramos deseos más comunes en los diversos pueblos, -ya son muchos más que dos- incluso en un mismo pueblo estaríamos más unidos. Aunque existan las “Naciones unidas” no se ve viable que haya alguien “rey de ellas”. Fundamentalmente porque no están “unidas”. De la diversidad no hemos de ser “salvados”, como indica la antífona, pero si del distanciamiento entre pueblos –entre los seres humanos –, de sentirnos rivales más que compañeros de camino. Vivir la Navidad es desear a alguien que traiga unidad en heterogeneidad, que nos haga coincidir en sentimientos que son propios de nuestra condición humana, que conociendo que somos barro, nos dejemos moldear por quien asumió ser también barro animado por el Espíritu.
19 de diciembre de 2014
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“Oh renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos, no tardes más”.
¡Qué pretenciosa la exclamación de esta antífona! Cuando se incorporó a la liturgia aplicando la profecía de Isaías ¿se creería de verdad que ese renuevo de Jesé tendría tanto poder e influencia en el mundo para enmudecer a reyes, para ser el libertador de naciones? Que lo anunciara Isaías, cuando el pueblo judío era una insignificancia entre las potencias, asirias, caldeas, egipcias ya tenía mucho de sorprendente. Isaías creía en ese “poder” del renuevo del tronco de Jesé porque “sobre él posará el espíritu del Señor”. De ese Señor para quien nada hay imposible, como recuerda el ángel a María. Sigue siendo necesario creer en que nada es imposible para Dios, para aceptar que el Niño que va a nacer sea enseña de los pueblos, le busquen los gentiles, reciba la gloria que le pertenece, como profetizaba Isaías y proclama la antífona de este día. Pero sólo la confianza de que eso puede ir sucediendo justifica que celebremos la Navidad.
18 de diciembre de 2014
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"Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley, ven a librarnos con el poder de tu brazo".
Adonai es uno de los nombre de Dios en el judaísmo que, se emplea para evitar el de Yahvé. Dios Adonai es Dios Señor. Benedicto XVI indicó que deberíamos respetar la tradición judía y emplear en la liturgia, en los cantos el término Adonai en vez de Yahvé.
El segundo mandamiento exige no emplear el nombre de Dios en vano: Se emplea cuando esta profusamente en la nuestra boca, ajenos a que Dios se mueve en el misterio. Ese misterio que proclama el mismo Dios en el episodio de la zarza a la que alude la antífona de hoy: “Soy el que soy”, alguien que rebasa cualquier definición o descripción.
Lo que es comprensible y necesita tenerse siempre en cuenta es el legado que deja a los seres humanos. El legado que el en el Antiguo Testamento se resumen en las leyes de conducta proclamadas en el Sinaí. Pero sobre todo ofrece, lega la preocupación por su pueblo, por su salvación de los enemigos poderosos que le acechan. Por eso a él han de acudir. Adonai les pondrá como condición acomodar su vida a lo prescrito en el Sinaí a Moisés. Esa condición no se cumple y accede la perdición del pueblo, de la que se van librando porque el legislador es ante todo misericordioso, no renuncia a la salvación del pueblo. Misericordioso es el atributo más referido a Dios en el Antiguo Testamento
El momento culminante de la acción misericordiosa, del compromiso afectivo con los hombres es la “entrega” de su Hijo: “tanto amó Dios al mundo que les entregó su hijo”. El poder del brazo de Adonai brota de la misericordia de su corazón. El legislador es ante todo pastor, que conduce a su pueblo con cariño, que cuida de él. Las leyes que dicta son efecto de ese amor a sus “ovejas”. Adonai, pastor de la casa de Israel. Pastor cuidadoso, que defiende las ovejas del lobo, les ofrece pastos abundantes, y también carga sobre sus hombros a la extraviada…, se definirá el Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret.
17 de diciembre de 2014
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"Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la salvación"
Oh Sabiduría es la primera antífona de las “oh” que se proclamaran hasta el día de Navidad en el rezo de las vísperas. A María de la Esperanza, María a punto ser madre, de cumplir la inesperada esperanza, se la llama también María de la O, recordando esas antífonas –su pronunciación, no su grafía-.
La Sabiduría es a la vez la que pone en orden lo existente y la que anuncia la salvación. Sabiduría es visión de síntesis más que de análisis, es conocimiento comprensivo más que diferenciado, es visión holística, no sectorizada. La antífona es expresión de lo que une creación con salvación, de que todo lo creado está recapitulado en el Salvador, de que la salvación es plenitud de creación, “recreación”. Jesús es el nuevo Adán. En torno a la humanidad de Jesús, que es humanidad de un Dios, tiene sentido lo creado. La Navidad es el inicio de la salvación del ser humano y de todo lo creado: el camino hacia la plenitud. El papa Francisco dice que la síntesis está en el amor. Sólo el amor explica y da sentido a la creación y la salvación. Es lo que celebramos en Navidad.
16 de diciembre de 2014
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“Fundirán sus espadas para arados, sus lanzas para hacer podaderas; no alzará un pueblo contra otro la espada, ni se adiestrarán más para hacer la guerra. Cada uno habitará bajo su parra y su higuera sin sobresaltos. Lo ha dicho el Señor de los ejércitos.»
Así profetiza Miqueas al anunciar los tiempos “mesiánicos”, el Oficio de lecturas de la liturgia de hoy nos lo recuerda. Vivir sin sobresaltos quizás sólo se podría hacer habitando bajo la parra y la higuera. Mas el ser humano necesita abandonar la sombra de parra e higuera y ponerse en camino. Bien lo sabía el pueblo judío. Explorar ámbitos nuevos, buscar nuevos modos de vida, asumir la aventura, buscar nuevos soles y otras sombras. Y los sobresaltos serían ineludibles. Vivir humanamente no es estar tranquilo a la sombra de su parra o su higuera, sino lanzarse a la aventura del caminante –viator-. En el camino se encontrará con otros seres humanos: cada uno con sus, deseos, intereses y ambiciones. Vivir es convivir en camino, no reposar cada uno a la sombra de lo suyo. Sin relación no existe persona humana. Se es, afirmando el ser y dejando de ser, la vida es busca de plenitud a la vez que se va dejando vida en el camino. Vivir no es espera, sino esperanza: buscar el bien difícil, pero posible de conseguir. Los tiempos mesiánicos son de lucha común por un bien de todos nunca alcanzado, pero prometido, y comprometido por la presencia de Dios en nuestra historia: cuando Dios promete, se compromete. Es “Señor de los ejércitos”: conduce la lucha del vivir diario, que, como decía Job “milicia es la vida del hombre sobre la tierra”. Eso sí, cada uno con su propia lucha, no en lucha contra los demás. Los tiempos mesiánicos son de paz en la lucha de cada uno: nadie tiene que levantar la espada contra nadie. Por el contrario cooperar unos con otros en arar la tierra, para removerla bien, incluso a azada, si es caso, para que sea fértil para todos.
11 de diciembre de 2014
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“Sólo en la experiencia mística de Dios, en lugar de ser concebido solamente en términos especulativos, como fundamento eterno, infinito y viviente del ser, es conocido, o mejor aún, sentido como tal en un directo. Esta experiencia, aunque imposible de comunicar a otros en su cualidad original, es decisiva para mantener vivo el legado religioso de la humanidad; está en el origen de las grandes religiones y está reflejada en los documentos literarios más importantes de la historia de la religión” (Kolawkoski, Si Dios no existe…).
Estas afirmaciones suscitan en los “religiosos” –entiéndase la palabra en un sentido amplio-, la pregunta: ¿hemos sabido trasladar el legado religioso recibido? Tengo la impresión de que antepasados nuestros tenían una experiencia más connatural de Dios, estaba él más presente en sus vidas, era una experiencia no cuestionada, ¿”contacto” directo con él, como apunta Kolawkoski?
Lo religioso tiene que luchar con el laicismo radical; pero también con una fe reducida a compromisos morales, que no hace mucha referencia al contacto con Dios. El gran hallazgo del cristianismo es ver a Dios en el ser humano, lo que por el ser humano se hace por Dios se hace. Queda la duda de si al hacerlo -por el ser humano- sentimos el “ directo” con Dios. Si al amor recibido de Dios, “nos amó primero”, dice san Juan, ¿correspondemos conscientemente a ese amor al amar al hermano? Nuestra religión no es una pura religión de las llamadas “místicas”, que se cierra en el culto a la divinidad. Es “profética”, implica un modo de vivir, no sólo un modo de dar culto a Dios. Nuestra fe, nuestra religión no se reduce a la virtud de la religión, por la que, dice santo Tomás, tributamos a Dios el culto debido. No se reduce a la oración, a participar en los actos de culto, a “decir Señor, Señor…”. Pero tampoco, si es religión, se queda en “buenas obras”. Exige presencia, “contacto”, referencia privada y pública a Dios como fundamento de nuestra moral, de nuestro vivir. Es el legado recibido que no podemos olvidar, ni interrumpir su transmisión a quienes vienen detrás de nosotros. Cierto, no todos piensan así: se conoce el libro, “Cómo ser cristiano sin ser religioso”. Sin embargo Jesús de Nazaret habla del hermano y del Padre. Al Padre se dirige, con él cuenta; a él quiere unirnos, pretende que nos veamos bajo su mirada, que con él tratemos, que oremos...
6 de diciembre de 2014
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Porque “la moralidad es útil, porque nos da crédito”, decía Franklin. Y se supone que el predicador busca que la ética sea conductora de la vida individual y social. De este modo con dinero se paga a quien ayuda a ganar dinero. Porque el crédito se entiende como la rentabilidad de un trabajo, de una inversión. ¿Será por eso por lo que el Nobel de Economía James Buchanan enseña la necesidad de pagar al predicador? A pesar de lo que Mandeville quiera mostrar en La fábula de las abejas, cómo los vicios privados hacen la prosperidad pública, la ética en la economía la hace no solo creíble, que es conseguir mucho crédito, sino rentable. Pero ¿ha de ser ese el argumento principal para exigir la moralidad tanto en el ámbito individual como en el social? ¿Una vez más hemos de ofrecer a la economía el puesto nuclear de la conducta humana, el argumento definitivo para valorar cómo hemos de comportarnos? ¿La rentabilidad económica ha de ser la respuesta a la pregunta kantiana “qué debemos hacer” o a la cristiana, “dónde poner nuestro corazón, dónde está nuestro tesoro”?
Sobre el blog
El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…
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El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…Hasta las personas, de las que parece que sólo cuenta su “perfil”, no logran sustraerse al dominio de la apariencia, la imagen. Resulta algo “contracultural” hablar hoy de hondura. Pero sólo en lo hondo se encuentra la verdad, el misterio de lo personal, la relación con Dios. Este blog es una propuesta para “ahondar” en la realidad. Los dominicos tenemos como lema “veritas”,( verdad). La verdad no se posee como se poseen las cosas. Se busca y se roza. Y cuando se encuentra nos comprometemos con ella. El compromiso con la verdad nos salva del dogmatismo y del relativismo. Y para los cristianos, la verdad nos remite al hecho del amor de Dios con el que nos encontramos en la hondura de nosotros mismos.
Sobre el autor
Juan José de León
Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros...
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Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros. En la Editorial San Esteban ha publicado, Creado y creador. Visión cristiana de la existencia; Seis días en busca de la felicidad. Proyecto evangélico para ser felices y Seis días para repensar la vida.
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