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Desde lo hondo
29 de octubre de 2015
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“Pero el cielo ideal de las Humanidades, está en la realidad lleno de nubarrones violentos. Basta abrir los periódicos o escuchar las noticias. Y esa oscuridad nos lleva a pensar si esa prodigiosa invención de las “humanidades” no se nos ha deteriorado y si, a pesar de los indudables progresos reales, el género humano no ha logrado superar la ignorancia y su inevitable compañía, la violencia, la crueldad. El “género humano”, esa trivializada expresión, convertida en , en una degeneración”. Esto decía el filósofo Emilio Lledó con motivo de la entrega del premio Princesa de Asturias de Humanidades. Es tópico ya señalar la fuerza de los medios de comunicación social en los procesos formativos y en concreto formativos de opinión; son los que nos describen la realidad. Ahora bien a la vez sabemos que las malas noticias tienen más acogida que las buenas. Que no se mantendría una publicación periódica que solo contara buenas noticias. Mientras que si lo haría si redujera su información a las malas. Con estas premisas es fácil concluir en una negativa del “género humano”. Sin embargo creo que hay vida fuera de las noticias que ofrecen los medios de comunicación social. Y esa vida está llena de buenas noticias. El género humano no está degenerado como apunta el filósofo. Simplemente lo que degenera tiene más difusión. No idealizamos al ser humano, le entendemos en su realidad vital., con frecuencia “inhumana”. Sí existe dosis importante de “degeneración” como distorsión de la condición humana; pero el “género humano” es fiel también a su condición “humana”, a lo que le define. Seguirá habiendo aire, agua. Seguirá existiendo la belleza, el bien, la verdad…, aunque no aparezcan con frecuencia en la televisión. Seguirán existiendo “las humanidades”, las realidades humanas, pues como dice el filósofo, “las necesitamos para hacernos quienes somos, para saber qué somos”, aunque también-no necesariamente “sobre todo”, que apunta Lledó,- para no cegarnos en lo que queremos, en lo que debemos ser. El cielo ideal que está en la realidad es más y mejor que “la realidad de nubarrones violentos”. Me cuesta entender que el mismo filósofo esté convencido de lo que dice: “el , esa trivializada expresión, convertida en “desgénero humano”, en una degeneración”. ¿Sería posible vivir, -que es convivir- con esa apreciación de sí y de los demás?
23 de octubre de 2015
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En la juventud fue el recordado profesor López Aranguren el que me asomó a la dificultad de hacer compatible la ética con la política. Creo que este ya no es problema de ahora. La solución se ha inclinado a la primacía de la política. Para ello se aplican recursos “éticos” como distinguir la ética de los principio de la de la responsabilidad. Que conlleva que la responsabilidad “política” puede prescindir de los principios éticos. Una manifestación de que lo ético es poco relevante, es que los políticos pueden echarse en cara vicios éticos sin que eso les inquiete. Por ejemplo pueden echarse a la cara que son unos mentiros sin que se inmute el que reprocha ni el reprochado. Nadie va a llevar a los tribunales a quien le acusa de mentir. Otra cosa sería si fuera por ejemplo, de robar. Ya es bastante común no distinguir entre un error, una falsedad y una mentira. Equivocarse, errar es cuestión del ámbito cognoscitivo, es contrario a la decir la verdad, pero creyendo de buena fe que es verdadero lo que se dice. Durante siglos se ha creído verdadero que el sol giraba en torno a la tierra. Mentir es cuestión ética, es faltar a la obligación ética de ser veraz, de hablar de acuerdo con lo que se piensa y no querer engañar. Los políticos en sus rifirrafes parlamentarios o ajenos al parlamento no dicen usted está equivocado o lo que dice no es verdad, sino usted es un mentiroso, dice lo que dice sabiendo que no es verdad y pretende engañarnos en provecho propio. Y esto ha pasado al lenguaje común: alguien yerra de buena fe y dice al darse cuenta, “¡miento, no es así! El diablo ha sido llamado el padre de la mentira.
Nota: El economista Guy Sorman refiriéndose a la situación griega decía que no les quedaría más remedio que “adherirse a la , trabajar para devolver sus deudas. Esta solución es injusta, puesto que los culpables de la quiebra nunca serán castigados. Pero la economía no es una ciencia del todo moral ni pretende serlo: solamente es eficaz”.
5 de octubre de 2015
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Se ha reanudado en el día de hoy. Los periodistas están afilando sus plumas. Los predicadores viven en ansias de que el Sínodo apoye sus ideas. ¡No pocos están muy lejos de acomodar sus ideas a lo que el Sínodo decida! Ellos han decidido hace tiempo. Se lo exige su experiencia, pastoral, social, familiar. Aunque sea experiencia de un lugar determinado del universo, de unas personas concretas, con unos problemas concretos y desconozcan cuáles son los problemas que surgen en África, en Asia, en América. Las ideas son producto de hechos, de los reducidos hechos que conocen. Ah ¡y el mercado de las ideas acompañado de las posturas es lo que interesa: lo que bien se vende, lo que parece más “guapo”! Dudar, dar vueltas a situaciones difíciles, tratar de superar ideas de poco recorrido y menor base evangélica no parece ser la actitud más “vendible”. Todo está decidido en un interior que no traspasa la epidermis. Y la misericordia, ¿quién duda de ella? Quizás los que entienden que no es necesaria porque no la necesitan: las situaciones a las que se puede aplicar están justificadas, no hay pecado.
¿Para qué el Sínodo dirán otros, si lo referente a la familia está claro desde Trento al menos, si no desde el Génesis? Lo que hace falta es exigir su cumplimiento y dejarse de dar vueltas a lo que no tiene vueltas, se viene a decir.
En fin oremos por que los padres sinodales estén iluminados por el Evangelio, que sientan con quienes más necesitan de luz y de verdad…y de misericordia; pero oremos sobre todo para que sepamos acoger lo que el Sínodo nos ofrezca, y en su día el Papa exponga en la exhortación postsinodal.
4 de octubre de 2015
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En la última página del periódico ABC hace unos meses ha aparecido una sección que llama “Verbolario”. Consiste en una definición, que podíamos llamar existencial, de ciertos vocablos. En el periódico del día 3 de octubre encontramos ésta: “Cumpleaños: 1. Conmemoración de un alta //2.Recordatorio numerado de la finitud”. La primera “definición” haría referencia a darse de alta en la vida. Acontecimiento, cuyo aniversario merece celebrarse. La segunda, sirve para recordar que esa vida se acaba, que celebrar cumpleaños tiene caducidad, aunque no podamos precisar la fecha. Es -curiosamente- “recordatorio” del futuro que nos espera. La primera definición está marcada por el pasado, el día en que se nació. Ya Casona decía que los años que decimos tener son los que no tenemos, los que tenemos son los que nos quedan por delante. Y no sabemos cuántos son. Así que a preguntas, que se entiendan como indiscretas, sobre nuestros años, se puede responder: “no lo sé”. Elegir una u otra “definición” es cuestión de talante. El que ve medio lleno el vaso, celebrará seguir en la vida un año más. El que lo ve medio vacío tendrá en mente que se tiene un año menos. El primero está agradecido a la vida, el segundo molesto por su caducidad. Si pensar que se termina ocupa nuestra mente no podremos disfrutar de lo que tenemos, la vida. Creer en la vida eterna no impide disfrutar de ésta. Por el contrario tener fe en la vida eterna es luchar para que ésta se parezca más al cielo.
Sobre el blog
El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…
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El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…Hasta las personas, de las que parece que sólo cuenta su “perfil”, no logran sustraerse al dominio de la apariencia, la imagen. Resulta algo “contracultural” hablar hoy de hondura. Pero sólo en lo hondo se encuentra la verdad, el misterio de lo personal, la relación con Dios. Este blog es una propuesta para “ahondar” en la realidad. Los dominicos tenemos como lema “veritas”,( verdad). La verdad no se posee como se poseen las cosas. Se busca y se roza. Y cuando se encuentra nos comprometemos con ella. El compromiso con la verdad nos salva del dogmatismo y del relativismo. Y para los cristianos, la verdad nos remite al hecho del amor de Dios con el que nos encontramos en la hondura de nosotros mismos.
Sobre el autor
Juan José de León
Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros...
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Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros. En la Editorial San Esteban ha publicado, Creado y creador. Visión cristiana de la existencia; Seis días en busca de la felicidad. Proyecto evangélico para ser felices y Seis días para repensar la vida.
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