18 de diciembre de 2016
0 comentarios
Los gestos
El tiempo de Navidad es tiempo de “gestos”. Gestos cargados de protocolo. Que a veces no implican lo que el gesto quiere significar de acogida, cariño, proximidad afectiva, misericordia, deseo sincero de felicidad… El gesto es necesario para la convivencia: las llamadas “formas sociales” pertenecen a la buena convivencia, a saber, al menos, respetarse. La liturgia, como todo acto sagrado exige gestos, son símbolos dinámicos; y sabemos que no hay religión sin símbolos. Lo sagrado, inexpresable de otra manera, lo exige. Como también el amor: la palabra “te amo”, puede quedar corta, inexpresiva, hay que añadir el abrazo, el beso, la ayuda… Pero cuánto símbolo queda lejos de lo que quiere simbolizar: se basta a sí mismo, como forma social visible, sin que necesariamente exprese el mundo interior simbolizado, se ha escindido de lo que significa.
Aún así, aunque el gesto, se quede en gesto y no expresión de actitud interior, lo que puede entenderse como acción hipócrita, al estar disociado de lo que quiere expresar, hay que mantenerlo, pues a veces el gesto –externo- puede ser un primer paso modular la realidad- interior-. Los símbolos religiosos no sólo han de expresar nuestros sentimientos religiosos, sino que ayudan a despertarlos.
Cuidemos,pues, los gestos. También si no pasan de ser “formalidades: insistamos en ellos, porque pueden que acaben ayudando a cambiar nuestro interior en el sentido que el gesto expresa.
6 de diciembre de 2016
0 comentarios
¿Cómo has caído del cielo, lucero, hijo de la aurora, y estás derrumbado por tierra, agresor de naciones? Tú que decías en tu corazón:"Escalaré los cielos, por encima de los astros divinos levantaré mi trono. Me sentaré en el Monte de la asamblea, en el vértice del cielo; escalaré la cima de las nubes, me igualaré al Altísimo."¡Ay, abatido al abismo, al vértice de la sima! Los que te ven se te quedan mirando, meditan tu suerte:"¿Es éste el que hacía temblar la tierra y estremecerse los reinos, que dejaba el orbe desierto, arrasaba sus ciudades y no soltaba a sus prisioneros?" Los reyes de los pueblos descienden a sepulcros de piedra, todos reposan con gloria, cada cual en su morada. A ti, en cambio, te han arrojado de la tumba, como carroña asquerosa, te ha cubierto de muertos traspasados a espada, como a cadáver pisoteado. No te juntarás a ellos en el sepulcro, porque arruinaste tu país, asesinaste a tu pueblo. No se nombrará jamás la estirpe del malvado (Isaías 14,12-20).