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Desde lo hondo
25 de noviembre de 2017
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De algunos de los personajes antiguos, de los que se desconoce el dato de su nacimiento y muerte, se indicaba que había “florecido” en tal fecha. Era la fecha en la que realizó lo que ha pasado a la posteridad. ¿De qué siglo somos los que hemos pasado la mayor parte de nuestra vida en el otro, pues para vivir los años vividos en siglo XX en el XXI necesitábamos llegar a los cien? No estamos jubilados de la actividad propia, aunque recibamos una limitada pensión, seguimos pensando, hablando, a veces escribiendo...Pero, como se preguntaba tanto en el siglo pasado ¿desde dónde?: ¿desde lo que hemos vivido en el siglo anterior? o ¿hemos admitido la posibilidad de seguir dejándonos iluminar, o oscurecer, por lo que se vive en éste? ¿En qué siglo hemos “florecido”? Hemos vivido experiencias propias o ajenas que han perdido fuerza en los años de este siglo. Hemos tomado conciencia de movimientos de pensamiento que han adquirido más vigor, si no en su expresión teórica, sí en su realización práctica, como, por ejemplo, el pensamiento posmoderno, la centralidad de la imagen o del gesto en la comunicación, la interpretación funcional del pensamiento, incluido el filosófico y el teológico: las ideas pierden fuerza ante la realidad, se nos recordaba desde altas instancias eclesiales. Podemos presumir de vivir “a caballo” entre los dos siglos. Si quisiéramos precisar, puede que sea una pura curiosidad, una respuesta a la pregunta sobre el siglo de nuestro “florecimiento”, ¿tendríamos respuesta? Esto es un juego retórico lo sé. Pero a veces nos tienta situarnos estableciendo distancias. Ya sé: alguien estará diciendo: si te preocupas en qué siglo has “florecido”, puede que te estés situando ya en el XXI, que hereda del XX el culto a la imagen, a la flor. Pero ¿en cuál has “fructificado”? El título de este post lo dice: dicho sea por decir algo, cuando no se me ocurre algo mejor que escribir, y quiero vencer la pereza de dejar mucho tiempo en blanco este rinconcillo de nuestra “página” que me han asignado.
17 de noviembre de 2017
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Otro modo de vivir, que no de ser
Una año más he pasado unos veinte días en La Habana impartiendo unas clases sobre El hecho religioso a alumnos y alumnas laicos, algunos no católicos ni creyente en religión alguna, también a tres religiosas. La primera pregunta que tenían que responder en la prueba final versaba sobre cómo veían en Cuba el hecho religioso. La mayoría hablaba de un despertar, amparado por una mayor libertad de creencias: ser católico ya no supone un mayor inconveniente para ser funcionario del Estado. Al menos en la medida que lo fue de años anteriores. Ven despertar lo religioso. En diversas expresiones: la administración del Estado ve con buenos ojos el fenómeno del santerismo, porque afirma la idiosincrasia cubana, nunca desapareció y sigue vigente; tolera confesiones evangélicas que están abriéndose paso con cierto éxito. La religión católica goza ahora de poder manifestarse externamente: procesiones, fiesta civil en Navidad y Viernes santo, en parte a consecuencia de la visita de los Papas. Las parroquias establecen organizaciones juveniles, aparecen algunas vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. Eso sí, están vetados colegios privados, entre ellos católicos, la educación en toda su amplitud es conducida por la Administración civil, aunque se permiten seminarios. Los estudiantes apuntan a cierto interés que surge por lo religioso, pues está en las raíces del pueblo, y, a pesar de los casi sesenta años de revolución de carácter confesional ateo, no se ha extinguido. Y de alguna manera emerge en el pueblo con una cierta fuerza.
Es difícil cambiar el ser humano, en concreto eliminar sentimientos que son específicos de él, como es el religioso. El sentimiento que produce el misterio del ser. Seguimos haciéndonos preguntas que la cencía ni la filosofía materialista responde; que no aceptan respuestas por recetas materialista, empiristas… de corto alcance. Sigue presente el sentimiento ante lo tremendo y lo numinoso de lo que sentimos que nos desborda, en parte nos anonada, y en gran parte nos atrae. No se puede suprimir el misterio como realidad humana, que invita a ahondar en lo que somos, en lo que seremos, que hace misteriosa la muerte y por ello la vida y que suscita tanta pregunta vital. No se es persona humana sin plantearse esas preguntas aunque no tengamos las respuestas a nuestro alcance. Ser persona humana es ser y vivir en el misterio.
Sobre el blog
El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…
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El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…Hasta las personas, de las que parece que sólo cuenta su “perfil”, no logran sustraerse al dominio de la apariencia, la imagen. Resulta algo “contracultural” hablar hoy de hondura. Pero sólo en lo hondo se encuentra la verdad, el misterio de lo personal, la relación con Dios. Este blog es una propuesta para “ahondar” en la realidad. Los dominicos tenemos como lema “veritas”,( verdad). La verdad no se posee como se poseen las cosas. Se busca y se roza. Y cuando se encuentra nos comprometemos con ella. El compromiso con la verdad nos salva del dogmatismo y del relativismo. Y para los cristianos, la verdad nos remite al hecho del amor de Dios con el que nos encontramos en la hondura de nosotros mismos.
Sobre el autor
Juan José de León
Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros...
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Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros. En la Editorial San Esteban ha publicado, Creado y creador. Visión cristiana de la existencia; Seis días en busca de la felicidad. Proyecto evangélico para ser felices y Seis días para repensar la vida.
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