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Desde lo hondo
28 de marzo de 2017
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“Enigma en su segunda acepción según el DRAE es “algo que no se alcanza a comprender o que difícilmente puede entenderse o interpretarse”, y “misterio” es “cosa arcana o muy recóndita, que no se puede comprender o explicar”, y en la cuarta acepción, “en la religión cristiana, cosa inaccesible a la razón, y que debe ser objeto de fe”. El enigma viene a ser algo de momento misterioso, a expensas, tras el esfuerzo humano, que un día llegue a superar la dificultad de comprensión y deje de ser enigma. Es a lo que nos referimos cuando hablamos de los misterios del Universo. Sin embargo el misterio está más allá del esfuerzo racional. Nunca podrá ser plenamente entendido. Si nos movemos, como es tan frecuente, y exaltado en nuestro tiempo, en el ámbito de lo empírico, o sea en el ámbito de la ciencia, ésta no sabe de misterios, sí de enigmas que un día puede llegar a entender e interpretar. Cerrados en ese mundo, el misterio no existe, lo que supera lo empírico y matemáticamente formulable no pertenece al ámbito de lo existente. Sin embargo la cultura, también la occidental, ámbito donde se desarrolla ese monismo científico, trata de comprender realidades a las que la ciencia no puede llegar. Es el ámbito de la Filosofía, el de las preguntas que Kant formuló: ¿qué podemos conocer?, ¿qué debemos hacer?, ¿qué nos cabe esperar? ¿quién es Dios? y, la más relevante ¿qué o quién es el ser humano? Kant no aplica a las realidades por las que se pregunta el carácter de misterio, cabe encontrar respuestas a esas preguntas. A lo largo de la historia se han formulado y respondido. Es tarea atrayente a pesar de no tener el éxito asegurado. Quizás puedan responder a esas preguntas los que Santo Tomás de Aquino reducía a “pocos, después de mucho tiempo y con no pocos errores”. El éxito no está asegurado, digo, pero renunciar a él es reducir la condición humana, es negar un factor generador de nuestra cultura, de la cultura humana en general. De alguna manera, a pesar de los enormes avances en el conocimiento científico, sería reducirnos a una situación prehumana.
Luego está el misterio puro, que la ciencia y la razón son incapaces de comprender. La razón sólo puede confesar, que no es algo irracional, contrario a ella, pero que sí la supera, está fuera de sus posibilidades de llegar a él. No de sacar las consecuencias que de ese misterio se pueden derivar. Es el misterio al que se “conoce” por revelación de Dios, que aceptamos por fe; apoyados, eso sí, en algo que nos lo hace creíble. La Teología usando la razón lo aplicará a nuestro vivir.
17 de marzo de 2017
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Versátil, Incierto, Complejo y Ambiguo; así dicen que es nuestro mundo, nuestra sociedad. Al decir “nuestra sociedad” se quiere decir, “nuestra economía”, “nuestra política”, “nuestra cultura” y “nuestra religión”, yendo de menos a más en relevancia. ¿Dónde queda la verdad en ese mundo VICA? Se responde: “en la eficacia”: “posverdad”. ¿En qué consiste la eficacia? Respuesta: en invertir el orden de importancia: la religión en función de la cultura, la cultura en función de la política, la función de la economía. O de otra manera, el bienestar en función del “bienser”. De ordinario no se es tan explícito en los pronunciamientos, pero sí en los procedimientos. Que responden a los intereses individuales y, por tanto colectivos de la sociedad conformada por quienes tienen esos intereses individuales. Y terminan dominando los sentimientos: amores interesados, eficaces, VICAs: versátiles, inciertos, complejos, ambiguos.
De los adjetivos que compone el acrónimo, “complejo” es el que creo que hemos de considerar como eje. Y a partir de él valorar lo de versátil, incierto y ambiguo. Ser “complejo” pertenece al ámbito de lo humano. Lo contrario es simplificar ese ámbito y, por tanto, reducirlo. Lo “uno” pertenece a lo formal, como las matemáticas, en la realidad solo Dios es uno. Uno como único y como simple. El ser humano es único, no hay otro como él, pero no uno, si bien sí, por usar términos clásicos, indiviso. Una sociedad formada por miembros “únicos”, tiene que ser compleja. Sin embargo esa sociedad, como el propio ser humano, como lo complejo, ha de evolucionar hacia lo uno, a conformar diversidades, sin uniformar. Para ello están las verdades, los principios que han de guiar la constitución, la construcción, del ser humano y de la misma sociedad. Vivir como seres humanos ha de ser aceptar la complejidad y caminar hacia la unidad. Sin atajos, sin quemar etapas, y sabiendo que no se llegará a la unidad plena. En ese proceso aparecerá la versatilidad, la incertidumbre, la ambigüedad, hay que contar con ello. No se puede terminar el proceso de modo simple antes de tiempo, con un dogma o una decisión “terminante” –en el sentido literal de fin del proceso-. Decisiones habrá que tomar, pero conscientes que no responde a la única verdad ni a la última palabra; sólo a la necesidad de avanzar en el proceso hacia lo verdadero, conscientes de que no se clausura ni la información ni la decisión. Un mundo VICA puede expresar la realidad; pero no hay por qué resignarse sin esfuerzo a ella, es punto de partida del esfuerzo humano, individual y social, para que cada vez sea menos VICA. Eso es vivir humanamente, caminar hacia ser mejor y construir una sociedad mejor.
14 de marzo de 2017
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La primera parte del título “inteligencia emocional” es la que ha prosperada, sobre todo después de la publicación del libro que lleva ese título de Daniel Goleman. Ha sido un recurso reiterado y fácil de los que insisten en el aspecto afectivo de la condición humana, no sé si después de leer el libro o deslumbrados sin más por el título. Desde una perspectiva antropológica tiene pleno sentido insistir en los afectos. Son lo constitutivos más reales del ser humano. Y exigen una educación nada fácil, precisamente en la medida que se pueden distanciar de lo razonable, de la inteligencia. Es imprescindible acudir a los procesos racionales, para orientar bien los afectos. Dentro de las teorías sobre el ser humano, es la cultura cristiana la que con más fuerza ha apoyado los afectos en la centralidad que da al amor. El amor, nos hace estar vivos, nos dice Juan, sin amor, muertos. Como el Dios vivo del cristiano es un Dios amor. La inteligencia tiene que descubrirlo cuando se preocupa de la verdad de lo que somos, (que es la preocupación esencial de nuestra razón). Ha de introducirse en el análisis de los afectos, no echarse a un lado. Es necesario reflexionar sobre cómo desarrollar esos afectos, a quién dirigirlos, discernir entre afectos y afectos, y valorarlos, así cómo analizar el proceso para llevarlos a cabo y mantenerlos. Los afectos, por ejemplo, exigen libertad y para ser libres necesitamos la verdad: “la verdad os hará libres”. La verdad discierne lo que nos esclaviza; analiza y discierne las pulsiones que fortalecen nuestros afectos o los desvían de la realización auténtica de nuestra condición humana. Hablo de afectos como manifestación de sentimientos. Los sentimientos dan sentido a la emoción. Ésta puede ser momentánea, como viene se va; sucede con las que producen las imágenes. Las emociones han de ser meditadas, valoradas para ser un sentimiento que se afinca en nuestro ser. Para eso está la inteligencia. De lo contrario la emoción sólo produce sentimentalismo, o sea sentimientos de baja intensidad y corto recorrido. La emoción ha de ser, pues, inteligente, traspasada por el esfuerzo de la razón que busca verdad y libertad. En resumen: inteligencia emocional y emoción inteligente.
7 de marzo de 2017
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“Cuaresma” hace referencia sólo al número de días que hay que vivir para llegar al objetivo, celebrar la Pascua, cuarenta. Como “Pentecostés” señala los cincuenta días vividos de Pascua Resurrección previos a la Pascua del Espíritu Santo. Términos ambos, pues, que se refieren al transcurso del tiempo. De ellos se deduce el relieve de la fiesta que exige ese tiempo de preparación. El tiempo de Cuaresma es tiempo pues de camino. El camino tiene sentido cuando se conoce a dónde lleva: es el fin del camino quien da relieve a éste. El sacerdote parece que acaba de descubrir esto e insiste con fuerza en que el espíritu propio de la Pascua no tiene sentido penitencial, sino de alegre anticipo de la Pascua y censura que se hable de penitencia en esos días de Cuaresma. Su formación no fue así: el aspecto ascético de la vida en general y de este tiempo cuaresmal en concreto pertenecía al carisma de su Instituto religioso, de ahí el relieve de los “ejercicios espirituales”, del esfuerzo permanente por dominar lo que dificultara el progreso hacia el fin, así como el establecido examen asiduo de conciencia varias veces al día, cuya ausencia nunca se podría justificar, como si cabría poder justificar no hacer la oración señalada. La espiritualidad cristiana es esencialmente teologal, es decir, hay que entenderla como camino hacia Dios, de lo contrario no tendría sentido, sería una espiritualidad a ciegas. Pero es también moral, es decir, valora cómo hay que realizar el camino, de lo contrario es una espiritualidad vacía, ilusa. El camino hay que discernirlo, e ir superando los obstáculos, ir desprendiéndose de lo que impide caminar, y no realizar rodeos innecesarios que pueden poner en peligro la conciencia de a dónde se quiere llegar. La espiritualidad es labor de cada día. Labor de depuración de obstáculos, de tensión, conversión continua. Celebrar la alegría de la Pascua a lo largo de la Cuaresma implica comprometerse día a día a llegar a ella y esto exige esfuerzo, ejercicio –“ejercicios espirituales”, contrarrestar tantas y tan fuertes pulsiones que nos pretenden llevar a fines distintos del de la Pascua. Sin un fin distinto la Cuaresma perdería sentido; sin la Cuaresma no se llegaría a la Pascua. Quedarse en los medios olvidando el fin es caminar ciegos, querer el fin sin poner los medios es ilusión infantil.
1 de marzo de 2017
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La afirmación de que los principios son inútiles, aplicada a la política, o sea, cuando lo que importa es conseguir o mantener el poder, puede que se extienda más allá de la política: por supuesto a la economía, pero también incluso a la ética, con las formas atenuantes que exige esta disciplina, por ejemplo cuando se propone una “ética de responsabilidad”, que se aplica en espacial al ámbito de lo social. Responsabilidad, dicho de manera un tanto simple, se llama a tomar conciencia de circunstancias concretas que impiden aplicar los principios en orden a evitar males ¿mayores? que el dejar los principios en teoría. En la exhortación Amoris Laetitia el Papa Francisco, cuando se refiere a situaciones que están enfrentadas a los principios que rigen para la Iglesia el matrimonio, como el “matrimonio” nuevo del divorciado, apunta que no podemos tirarnos a la cara las verdades como pedradas. En ese caso la verdad –principio- es la indisolubilidad del matrimonio. El Papa acude a la necesidad de que el interesado actúe en conciencia, por ejemplo para acercarse a la eucaristía. Acudir a la conciencia es el recurso más noble y a la vez lo más falible. La afirmación es clásica: “nunca se puede obrar contra la conciencia”. Esto exige la responsabilidad ineludible de que nuestra conciencia sea recta. Sólo es recta cuando se ha dado tiempo a formarla bien; es decir: cuando se ha dado tiempo y esfuerzo a buscar la verdad. (He ahí la importancia de la “preverdad” de la que hablamos en otros posts, frente a la “posverdad” que es prescindir sin más de principios en aras de lo útil). Y aun así la conciencia puede ser recta, porque honradamente se ha buscado formarla, y no ser verdadera, porque no se conocieron todas las variables necesarias para llegar a la verdad. Por otra parte la conciencia ha sido sometida a prueba. Desde la clara afirmación marxista, “no es la conciencia lo que constituye el ser, sino el ser –entiéndase el lugar que ocupa la persona en el proceso de producción- lo que forma la conciencia”, hasta el vulgar dicho: “cada uno habla de la feria como le ha ido en ella”. La conciencia está sometida a los intereses, a los deseos, a las pulsiones interiores y exteriores que pesan sobre el necesario imparcial discernir sobre qué es lo recto. Trento reaccionó contra la tesis de la Reforma del libre albedrío como ley moral. Y el problema no está en negar la libertad individual, sino en saber cuándo existe esa libertad y no el sometimiento esclavo a pulsiones e intereses individuales con más fuerza que la verdad: sólo “la verdad os hará libres”. En resumen, vivir es vivir en tensión. Y lo es sobre todo el vivir moral, o sea, el vivir propio de la condición humana, el que nos hacer ser lo que somos. Tomar conciencia de esa tensión evita dogmatizar en exceso y ser esclavos de los principios, que están para liberarnos, o de la utilidad entendida como lo social o políticamente correcto o lo que sirva para dar satisfacción a pulsiones o intereses no confesables. Hemos de vernos como humildes buscadores de la verdad, que pueden acertar o equivocarse; pero que, a pesar de todo, tienen que actuar.
Sobre el blog
El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…
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El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…Hasta las personas, de las que parece que sólo cuenta su “perfil”, no logran sustraerse al dominio de la apariencia, la imagen. Resulta algo “contracultural” hablar hoy de hondura. Pero sólo en lo hondo se encuentra la verdad, el misterio de lo personal, la relación con Dios. Este blog es una propuesta para “ahondar” en la realidad. Los dominicos tenemos como lema “veritas”,( verdad). La verdad no se posee como se poseen las cosas. Se busca y se roza. Y cuando se encuentra nos comprometemos con ella. El compromiso con la verdad nos salva del dogmatismo y del relativismo. Y para los cristianos, la verdad nos remite al hecho del amor de Dios con el que nos encontramos en la hondura de nosotros mismos.
Sobre el autor
Juan José de León
Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros...
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Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros. En la Editorial San Esteban ha publicado, Creado y creador. Visión cristiana de la existencia; Seis días en busca de la felicidad. Proyecto evangélico para ser felices y Seis días para repensar la vida.
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