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Desde lo hondo
28 de enero de 2018
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¡Existe tanto que criticar en nuestra sociedad! Esa acción es la que menos esfuerzo intelectual necesita. Y la que menos compromete; es fácil, al alcanza de todos. Además mientras criticamos quedamos al margen de la crítica: corruptos son los otros; ineptos son los otros; vagos son los otros… Los otros pueden ser todos, “la gente”, que son los otros menos yo, o un grupo determinado, los políticos, por ejemplo o los funcionarios, los directivos de un club o… La crítica no sólo es fácil, sino que sirve para vernos mejor, “no soy como los demás” es sentimiento que la incluye. Pero ahí termina. Su recorrido es corto. No lo sería si, ante tanto mal, utilizando ya la inteligencia, con esmero y esfuerzo, sin prisas, dándose tiempo para una información suficiente y adecuada; y con frecuencia con una dosis de humildad que permita ver que las soluciones no son fáciles, y que el mal no es ajeno a uno mismo, y tratáramos de ver qué soluciones habría que encontrar y cuál sería el compromiso de cada uno para actuar contra el mal. Puede que nos viéramos incapaces para hacer algo que no fuera no caer nosotros en lo criticable, aunque fuera en un nivel inferior. Confesémoslo. Pero no nos quedemos ahí: ejercitemos la inteligencia y unos ojos limpios para ver lo bueno que sí existe, sin ser perfecto, en nuestro mundo; y disfrutar de que exista. Nos servirá de referencia para combatir el mal con nuestro propio bien ser.
23 de enero de 2018
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La presencia del Papa en la selva amazónica, en concreto, en Puerto Maldonado tenía un objetivo, que resumiría diciendo: hay que apostar por los que habitan aquellas tierras, por su dignidad humana, su cultura y tradiciones y por el ámbito en que se mueven. Todos los seres humanos nos necesitamos. Todos tenemos algo que decirnos. Todos podemos aprender de los otros. Y lo mismo las diversas culturas han de nutrirse unas de otras. Es esta reciprocidad lo que nos sitúa en la verdad de nuestras relaciones. Por ello, la explotación de la que han sido víctimas por los extraños que vinieron a servirse de ellos para sus intereses exclusivos, con desprecio de sus personas, de su estilo de vida, desde la prepotencia de quienes se creen superiores, ha de ser censurada. Pero no todo fue así en el encuentro entre nuestra cultura cristiana occidental y las de ellos. Los misioneros pretendieron sin desprecio, desde el aprecio y el amor, ofrecerles algo que ellos no tenían. Con mayor o menor acierto. El sentido de la vida, el modo de ser personas humanas, y de relacionarse con Dios y los demás que ofrece el Evangelio. En aquellos lugares se encontraron con grupos que estaban en el paleolítico, no cultivaban la tierra, vivían de lo que cazaban o recolectaban sin sembrar. Ofrecieron una sanidad y una educación que desconocían. Les abrieron a un mundo distinto, pero formado por personas humanas como ellos. Ampliaron no sólo la expectativa de vida, sino un ámbito más amplio de conocimiento y relación. Los nativos que se fueron incorporando a este estilo de vida no desean volver a ser un grupo apartado, perdido en la selva, con el estilo de vida que llevaban hasta entonces. ¿Que han sido ultrajados, esclavizados, despreciados como seres inferiores por no pocos? también es verdad. Los misioneros dominicos fueron llamados por el Papa para que su presencia y acción fuera freno a ese inhumano trato que a principios del siglo XX les impusieron los prepotentes caucheros. Aún es necesario denunciar el que reciben de otros explotadores de nuestro tiempo de los recursos del lugar, como madera, oro, gas, petróleo. Pero sin pretender volver a tiempos anteriores. Tampoco la crítica de esas actitudes inhumanas hacia ellos, hacia el medio ambiente, puede olvidar lo que otros les han ofrecido para mejorar, desde el respeto a su idiosincrasia, su modo de vivir. No se puede volver a la simplificación del “buen salvaje”. Porque no es “bueno”, tiene también en su interior lo que de malo existe en todo ser humano, ni es “salvaje”. No debemos dejarnos arrastrar por un “indigenismo”, que sirva de estudio y de curiosidad a los que por allí se acercan, y se olvide de ofrecer lo que bueno tienen quienes se acercan, por ejemplo, el estilo evangélico de vivir. El sínodo de los obispos de la Amazonia tratará de todo ello. El Papa en sus intervenciones no tuvo ocasión más que para despertar la conciencia del mundo en orden a respetar y aprender de lo bueno de esas culturas, y cuidar la rica naturaleza de esa zona de nuestra tierra. A ellos y a su tierra la necesitamos. Y ellos nos necesitan.
10 de enero de 2018
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El ser humano, en cuanto ser humano busca la verdad. La necesita. Por ello la ignorancia no es el estado deseado. Ahora bien la verdad no se posee, se busca. Si se busca es que existe ámbito extenso de ignorancia. La verdad, pues, cuenta con la ignorancia. Con la ignorancia consciente. No ser consciente de lo que ignoramos lleva a no buscar la verdad. Por eso ignorancia y verdad son distintas, pero no opuestas consideradas en general. Ambas conviven necesariamente en nuestra condición humana. El error si se opone a la verdad. Es contrario a ella porque el error es algo que se considera verdad y no lo es: es negación de la verdad. El deseo de tener la verdad es tan fuerte que se prescinde a veces de su búsqueda inteligente y paciente. En las relaciones sociales queremos manifestar lo que sabemos, no lo que ignoramos. Consecuencia de ello es que nos formamos pronto opinión; es decir, formulamos juicios, que como decía Aristóteles, es el momento de nuestro conocer cuando aparece la verdad y el error. No aceptamos reconocer la ignorancia y nos precipitamos en el error. Como si lo que interesara es hacer ver qué estamos enterados de lo que sucede en nosotros y en nuestro entorno, y además conocemos sus causas. Aunque otras veces si decimos: “no sé lo que me pasa”. O “no sé a qué viene esto, cómo pudo suceder”. La ignorancia es más amplia que la verdad. Eso es una verdad. Exageraba el filósofo que decía “sólo sé que no sé nada”. La ignorancia, nos pertenece. El error no tiene por qué. Es efecto de querer saberlo todo, de no reconocer la ignorancia o de precipitarnos en conocer la verdad. La ignorancia es propia de nuestro ser, en el error se cae por querer saber demasiado y no reconocer la ignorancia. Asunto distinto es precisar cuándo somos o no somos responsables de lo que ignoramos.
6 de enero de 2018
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En vista al Sínodo sobre los jóvenes y el discernimiento vocacional, le preguntan al cardenal responsable directo de esa gran asamblea si ve lógico que obispos, personas de edad, digámoslo con cortesía así, puedan opinar sobre los jóvenes. Cabían más preguntas si por ejemplo el sínodo o la asamblea, como quiera llamarse, lo formaran jóvenes, ¿estarían ellos preparados para hablar de la fe en las personas mayores? ¿Pueden decir los abuelos sobre sus nietos tanto como los nietos sobre sus abuelos y viceversa? Los abuelos tiene alguna experiencia de cuando eran nietos, los nietos ninguna de ser abuelos. Lo mismo sucede con los jóvenes y las personas de edad. El Secretario del Sínodo señala con inteligencia que los jóvenes son los protagonistas en la preparación del sínodo, el “presínodo”. Luego, en el sínodo, habrá una presencia representativa de los jóvenes del extenso y variado mundo; pero no tomarán decisiones. ¿Serán estas tenidas en cuenta por el Papa antes de que publique la Exhortación postsinodal, viniendo de personas de “edad avanzada”? Él mismo pertenece a esa edad. Es peligroso valorar las ideas por la generación a la que pertenecen las personas que las ofrecen y defienden; como si la cuestión generacional fuera la referencia esencial de la verdad. Lo que vale también para cuando el argumento en que se basa es la experiencia de la persona mayor. A veces las personas de edad acuden a la experiencia de años, que en realidad es la experiencia de un año reiterada durante muchos, sin haber dedicado tiempo a analizarla y actualizarla.
Sobre el blog
El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…
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El mercado, la prisa, el fluir…domina nuestras vidas. También la creación cultural y la verdad se encuentran afectados por la sucesión rápida, lo impactante…Hasta las personas, de las que parece que sólo cuenta su “perfil”, no logran sustraerse al dominio de la apariencia, la imagen. Resulta algo “contracultural” hablar hoy de hondura. Pero sólo en lo hondo se encuentra la verdad, el misterio de lo personal, la relación con Dios. Este blog es una propuesta para “ahondar” en la realidad. Los dominicos tenemos como lema “veritas”,( verdad). La verdad no se posee como se poseen las cosas. Se busca y se roza. Y cuando se encuentra nos comprometemos con ella. El compromiso con la verdad nos salva del dogmatismo y del relativismo. Y para los cristianos, la verdad nos remite al hecho del amor de Dios con el que nos encontramos en la hondura de nosotros mismos.
Sobre el autor
Juan José de León
Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros...
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Entre otras cosas es Director de la Escuela de Teología "Fray Bartolomé de las Casas" (Madrid). Acompaña espiritualmente comunidades religiosas a través de charlas y retiros. En la Editorial San Esteban ha publicado, Creado y creador. Visión cristiana de la existencia; Seis días en busca de la felicidad. Proyecto evangélico para ser felices y Seis días para repensar la vida.
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