23 de octubre de 2018
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¿Podemos preguntarnos por lo humano y luego por lo cristiano? ¿Existe diferencia entre ambos conceptos? La respuesta parece evidente: son muchos los que desconocen el mensaje de Jesús y saben de lo humano, una concepción elevada de la condición de ser persona humana; sin que esté apoyada en el mensaje cristiano, que desconocen.
Pero situémonos como cristianos. El mensaje de Jesús no puede pretender otra cosa que seamos lo que tenemos que ser, seres humanos de acuerdo con el proyecto de Dios. El mensaje de Jesús no pretende que nosotros seamos ángeles. Tampoco una clase distinta de seres humanos constituida por sus seguidores. Jesús asumió la humanidad para salvarla y así hacer efectivo el proyecto de Dios. No predicó un ser humano al que se le exigiera lo que estuviera fuera de sus posibilidades, por ejemplo, que fuera impecable, o, en general, perfecto. Lo que su mensaje pretende es que el ser humano desarrolle lo definitorio de la condición humana. Que podemos resumir en lo siguiente: los afectos, en especial el amor; la búsqueda de la verdad; referencia a lo trascendente y la relación con ello. Como efecto del amor, necesita construir comunidad con otros seres humanos. En la medida que se desarrollan esas características actuamos humanamente. El amor exigirá paz y justicia, generosidad. La búsqueda de la verdad implica buscar la propia verdad y desarrollar las cualidades que se poseen al servicio de la condición humana, como la ciencia, la técnica, todo aquello que el hombre descubre y que facilita vivir con dignidad nuestra condición. La dimensión religiosa pertenece al ser humano histórico –y prehistórico-. Sentir la realidad de algo o alguien, que nos trasciende, con sus múltiples manifestaciones, pertenece a nuestra condición. También los deseos de algún contacto con ello, con Él. Pues los deseos de plenitud, de perfección, de felicidad total, propios de todo ser humano son reales. Tan reales como imposibles de alcanzar si contamos solo con nosotros, necesitamos de alguien que habite en la plenitud del ser, que nos supera. Todo ello es lo propio de todo ser humano. Y son los valores del reino de Dios, según los sinópticos, o la vida eterna de la que habla San Juan.
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5 de octubre de 2018
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C.S. Lewis tiene un conocido pequeño libro que titula “La abolición del hombre”. Su prosa no es muy fácil de seguir, así como su argumentación. Como resumen y con palabras que podemos entender, viene a decir que prescindir de un fundamento moral que nos viene con nuestra Naturaleza, que él llama de acuerdo con el clásico libro chino, Tao; y exponer la valoración ética a lo que interesa en la sociedad actual, de acuerdo sólo con conocimientos científicos –los únicos en que fundamentarse-, acabarían con la condición de lo humano. Hace ver que pensar el hombre desde los intereses actuales de la sociedad a la luz de la ciencia o de los instintos, es imponer estilo de vida y valoraciones a la posteridad. Se niega, así, el imperativo de la condición humana en cuanto humana a lo largo de los tiempos, para afirmar el imperativo de un momento social concreto de la especie humana. En la base, viene a decir, está la negación de lo objetivo, todo es un producto de la “racionalidad” humana, que es la científica, de acuerdo con diversos intereses de distintas personas en el momento actual. Y en concreto, como no puede ser de otra manera, de los intereses de quienes tienen más influencia en la sociedad. “No es que sean hombres malvados, es que no son hombres. Apartándose del Tao han dado un paso en el vacío. Es que no son hombres en absoluto: son artefactos. La conquista final del hombre ha demostrado ser la Abolición del hombre”.