19 de noviembre de 2019
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¿Está justificado que estemos cansados de estar al tanto de lo que sucede en nuestra sociedad, que nos llega por los medios de comunicación, y huyamos de los informativos, televisivos o radiofónicos; y que miremos por encima los titulares de los periódicos cuando abordan la vida política? Cui prodest? ¿A quién beneficia? ¿A nosotros, que de se modo “pasamos” de toda esa información y opinión, como si abandonáramos el mundo en que vivimos y nos refugiáramos en otro, menos sofisticado, más sencillo, más comprensible; e incluso más “vivible”? ¿Nos estamos engañando? ¿Escondemos la cabeza bajo el ala? ¿Nos retiramos dejando el campo a los rivales -no digamos enemigos-? ¿Pereza? ¿Cobardía? ¿O simplemente hartazgo y por lo tanto, ejercicio de higiene mental?
De todo habrá. Qué sensación es la que se impone es lo que puede inquietar. En cualquier caso, es un mundo que estamos construyendo entre todos. Es nuestro mundo. Y eso puede que sea lo más preocupante.
8 de noviembre de 2019
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Suena a veces como frase consoladora: ya que no podemos estar inmersos en el actuar, demos sentido a nuestra vida acogiéndonos a la experiencia que tenemos, para aconsejar a los que sí viven en actividad casi permanente.
Ahora bien, ¿estos nos piden el consejo? ¿Creen necesitarlo? Cuando los tiempos evolucionaban a un ritmo que permitía que lo vivido en tiempos anteriores estuviera vigente, aunque con matices diversos, se entendía mejor el consejo del viejo. Cuando los tiempos tienen más de ruptura que de evolución de lo anterior, la sensación que los mismos viejos tenemos es de vivir en otro mundo. De lo que deriva la tentación de dejar de hablar, ceder la palabra y también a toma de decisiones a los “jóvenes”. En parte porque no se sabe qué “aconsejar”. Con no estorbar tendríamos bastante.
Es curioso, pero la evolución rápida de tiempos, casi ruptura, no es un salto hacia adelante, hacia nuevos planteamientos, nuevas en el sentido de que antes no se habían producido. Es salto en gran parte a la novedad de tiempos pasados que los viejos vivimos y creíamos superados. El tiempo propio de los “viejos” de nuestros tiempos jóvenes.
Sea cualquiera que sea el sentido de la novedad, no es fácil ofrecer consejos. Uno sí, podemos ofrecer, preciosamente por ser viejos: no se crea que se ha dicho la última palabra, o que se ha alcanzado la visión definitiva del vivir humano, del cristiano. Los tiempos siguen cambiando, a veces en direcciones opuestas.