25 de abril de 2019
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Los evangelistas son bastante coincidentes en los relatos de la Pasión y muerte de Jesús. Sin embargo son bastantes dispares, a veces contradictorios, los relatos de las manifestaciones del Resucitado. ¡Cuánto se ha escrito para reinterpretar esas manifestaciones! Se suele decir que las profesiones de de fe en la resurrección más antiguas son las Pablo en sus cartas. Que relatan sólo el hecho de “apariciones” a Pedro y a otros seguidores de Jesús. Los relatos de los evangelistas son posteriores.
Tiene su explicación esa diferencia entre los relatos de la resurrección y los de la pasión. Los testigos de la pasión fueron muchos, lo vieron con sus ojos y pudieron contar ellos lo que aconteció. Mientras que los relatos de las “apariciones” de Jesús se apoyan en el testimonio de algunos quienes tuvieron esa experiencia propia de que estaba vivo. No es lo mismo aceptar los relatos de pasión, hechos comprobables, que los de la resurrección que se apoyan en la fe de quienes experimentaron que Jesús el Nazareno estaba vivo. La valentía de Pedro fue proclamar que, a pesar de que a quienes se dirigía pudieron ver a Jesús morir en la cruz, condenado por blasfemo y diversos cargos, ese Jesús estaba sentado a la derecha de Dios como juez de vivos y muertos. Frente a la evidencia sensible mostrar la fe. Como fe rebasa lo evidente, se asienta en el misterio.
Los creyentes necesitan rebasar la evidencia empírica de los hechos, y sí tienen la evidencia de algunos que tuvieron experiencia empírica de quien murió en la cruz, se presentan como testigos, cueste lo que cueste, de su resurrección, de que ha superado la muerte y está vivo. Ese testimonio, esa convicción de quienes tuvieron y proclamaron en público la experiencia de la resurrección es el apoyo de su fe. Gracia de Dios aparte.
19 de abril de 2019
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Sin el Jueves santo no se puede entender el Viernes santo. Sin lo que Jesús vive en su interior, la tragedia espectacular, visible a todos, de la muerte en la cruz no tendría sentido, se quedaría en tragedia: una más de las que la historia humana ofrece de cómo un ser humano bueno es apartado violentamente de la vida precisamente por ser bueno. El Jueves santo es el momento en que aflora la bondad de Jesús. La bondad que es auténtica porque tiene como sede el interior del ser humano, sus sentimientos.
Lucas manifiesta el deseo hondo de Jesús de celebrar con los suyos la Pascua: “ardientemente he deseado celebrar la Pascua con vosotros”. Juan señala la razón ese deseo: “habiendo mucho a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. El extremo fue la muerte. Pero antes de que esta llegue Juan en los capítulos que van del trece al diecisiete presenta a Jesús amando intensamente a los suyos, expresando nítidamente su amor, y por ese amor preocupado por ellos cuando los vean a su lado. Amor que se manifiesta en la insistencia en llamarles amigos, no siervos, ni solo los discípulos del Maestro, que da sus últimas lecciones. Ellos son ante todo sus amigos, con ellos tiene confianza y por eso les hace confidencias: porque son amigos les comunica lo que el Padre le ha comunicado La amistad es la manifestación suprema del amor, dice santo Tomás de Aquino.
La preocupación que surge del amor de su vida cuando no esté, se va exponiendo a lo largo del texto con los consejos, mandatos, que con insistencia les dicta. Han de ayudarse mutuamente, lavarse los pies; porque que amarse unos a otros es lo que por encima todo ha de regir su vida. No tendrán la vida fácil, pero enviará a Espíritu para que les fortalezca. El Padre, el Espíritu Santo y él son uno. Es necesario que sigan confiando en él: pues lo que pidan en su nombre les será otorgado. Quiere dejarlos en la paz, paz que han de cuidar, la “encontraréis paz en mí”. En fin, el capítulo diecisiete recoge la oración que surge de su interior que hierve de amor, que Jesús dirige al Padre por ellos…, no solo por ellos, “por los que crean en mí”.
Quien muere en la cruz es quien en la última cena con los suyos, manifiesta los sentimientos de amor, de preocupación por ellos. Nunca como en ese momento afloraron con más precisión y fuerza los sentimientos de Jesús. Los que explican su vida y dan sentido a su muerte. A nosotros nos toca, no imitar lo que hizo Jesús, que nos desborda, pero sí tener sus sentimientos, como pedía Pablo a los cristianos de Filipos. Y partir de ellos construir nuestra vida, comprometerla.