20 de marzo de 2020
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Situación de alarma sanitaria. Situación de excepcionalidad en la vida de los ciudadanos. Los que deseaban tranquilos en su casa unos días para disfrutar de la familia, del hogar, al prolongarse esa situación obligada, perciben que unos días, bien, pero tantos… Aflora con fuerza algo típico de los ciudadanos: arreglar el mundo. Arreglo que se basa en proclamar qué mal actúan los responsables sociales, desde la creencia -no proclamada por educación- de que ellos mismos lo harían mejor. Es la autosuficiencia que, según un prefacio de Cuaresma, el “Señor no enseña a reconocer y dominar con nuestras privaciones voluntarias”. Nos llegan a través de las redes sociales, cómo la epidemia fue provocada para beneficio de las grandes farmacéuticas. No se aguanta no encontrar a culpables: del origen, de la transmisión, de la falta de medios sanitarios. Se dogmatiza sobre cómo tenía que haber actuado antes la Administración pública. También gusta proclamar cuánto irresponsable existe, porque algunos -pocos, según las noticias-, rompen la cuarentena. ¡Ellos no son así! Me ha llegado un WhatsApp, de alguien que a voces en el momento de los aplausos a nuestros sanitarios, grita: “Menos aplausos y aprended a votar”. Estamos en situación excepcional; pero esas reacciones pertenecen al mundo de lo ordinario y previsible. Así de débiles somos. Debilidad, que es autosuficiencia, epidémica.
15 de marzo de 2020
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Somos seres sociables. Necesitamos a los otros. Necesitamos comunicarnos con quien nos pueda escuchar y hablar. El anacoreta es una persona excepcional, que no encaja en la condición humana. Pero también nos gusta gozar de vez en cuando de la soledad. Lo ejercicios espirituales en su forma más tradicional exigen el silencio. Se entiende que el silencio beneficia que nos miremos adentro, nos conozcamos -sin interferencias externas, y entremos en diálogo con Dios diálogo que se realiza sin romper el silencio. Pero eso son momentos en la vida. No un proyecto de vida continua. Creo que lo dicho es verdad. Como que también lo es hoy la superabundancia de información. Se nos dice que es bueno para nuestro equilibrio psicológico no estar pendiente a todas las horas de lo que nos dicen del coronavirus; basta con informarse en un momento del día.
Tanta superabundancia existe también de opiniones. Sin darnos tiempo para contrastar las informaciones. Ni reconocer que en no pocos casos, hemos de confesar que “sobre esto no tengo opinión”. Desde dentro nos pedimos romper el silencio proclamar lo que “sabemos”. Pues bien, estamos en tiempos de rumiar más lo que somos, lo que oímos, lo que leemos, sin prisas por proclamar lo que opinamos o sabemos de “buena tinta”. Quien sabe hablar consigo, sabrá a hablar a Dios un día, dijo el poeta.