15 de julio de 2020
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La selección del origen. Importa de dónde viene quien hacia nosotros se acerca. Es el problema de cierta emigración. Si fueran alemanes se les recibiría; pero si son subsaharianos ya no será tan fácil. Con el Covid-19 sucede algo semejante. Un día de éstos, quizás ayer, un hotel asturiano se opuso a recibir a alguien que venía de Lérida. La reserva estaba hecha, pero la cancelaron. El criterio para rechazar, no es de suyo por el origen de dónde venía el cliente; sino que responde a la pregunta ¿qué nos trae?, ¿en qué puede beneficiarme o más bien perjudicarme? El leridano trae dinero al hotel, magnífico; pero si además puede traer el virus vigente, hay que rechazarlo; aunque se enfrente lo seguro con lo posible. Se da más fuerza a lo posible. En contra de lo que suele suceder. Es el miedo, que, como suele decirse, “guarda la viña”. Aunque también se dice que “es mal consejero”. Y como “el miedo es libre”, dicho también popular, uno se encuentra en plenas facultades jurídicas y morales para actuar.
De momento, utilicemos la mascarilla ubique, en todos los lugares, abiertos o cerrados. En este caso el miedo sigue siendo libre, pero se impone el miedo general, no el subjetivo. Miedo que “guarda la viña”, sin recordar que “puede ser mal consejero”. En este caso se estima que es buen consejero.
6 de julio de 2020
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Nueva normalidad indica que el estilo de vida individual y social que exige ha de ser el normal. O sea, el reiterado día a día. A pesar de lo que tiene de “anormal”: siete de julio sin sanfermines, como manifestación de un verano apenas festivo; ignorancia sobre cómo comenzará el nuevo curso académico en los diversos niveles, limitaciones en las concentraciones sociales de todo tipo… o la separación en el encuentro personal: nada de besos, abrazos, ni siquiera apretones de manos entre quienes llevaban tiempo sin verse… y la mascarilla. ¿Será eso lo normal? O la nueva normalidad ¿será un paso necesario para conseguir la “normalidad” sin más? Si fuera así, no es normalidad, sino excepcionalidad, situación excepcional, no tan rígida como la anterior, que busca lo “normal”. Es pues una “nueva anormalidad”, más cercana a la normalidad, necesaria para llegar a ella.
Cierto, que se dice que la situación de anormalidad, de alarma, ha servido para que se introduzca con más fuerza lo virtual, digital en la vida individual y social, educativa, laboral, sanitaria, comercial…. Y de eso no poco va a quedar en la normalidad.
De momento, seamos obedientes, así, obedientes, aunque lo de obedecer no suena bien, a lo que las autoridades nos exigen para esa llamada “nueva normalidad”. En la confianza, de que lo no poco que tiene de anormal, deje paso con el tiempo a lo que es de verdad normal.