18 de marzo de 2023
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“Las personas son buenas, se hacen malas cuando se ven amenazadas”. Lo leía en el interesante libro, “Martes con mi viejo profesor”. El viejo profesor está en los momentos últimos de su enfermedad, ELA. La expresión es suya en diálogo con un antiguo alumno, que le visita con regularidad, viajando desde Oxford a Detroit.
Se habla y ha hablado y se hablará de nuestra sociedad competitiva. Activada por el sistema económico de mercado, de competencia. Pero no hace falta acudir a esa razón económica. La búsqueda de los primeros puestos, de los que habla el gran profeta, Jesús de Nazaret, es bastante para sentirse amenazado. Los primeros puestos no pueden ser de todos: y si todos los desean, el otro es una amenaza. Pasó con Caín y Abel. ¿Con Adán y Eva respecto a Dios: querer ser como dioses? El hermano se convierte en rival, amenaza. ¿El bueno del Creador es amenaza por estar por encima y dictar normas a Adán y Eva?
Se ha generalizado la expresión “comunidad”. Ya existe comunidad económica. Europa quiere unirse económicamente, no ser rivales las naciones que componen la comunidad…; pero lo hace ante la amenaza de otros a oriente y occidente. Siempre la amenaza. Comunidad, o sea, común-unión, para la defensa de la amenaza.
Pero la reflexión pretende que pasemos de esos amplios ámbitos a la vida de cada uno, a la comunidad familiar, religiosa, vecinal, laboral… en la que nos movemos. ¿Vivimos amenazados por el otro, y por lo tanto a la defensiva? ¿Es el otro compañero de camino o rival que ocupa un puesto que creo mío, o que, ocupado por mí, él lo desea? ¿Es el otro una amenaza? Sentirlo así, decía el viejo profesor al umbral de la muerte, nos hace malos.
6 de marzo de 2023
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No son pocos los que no han optado por los pobres, sino más bien por odiar a los ricos… Se encuentran más preparados para el odio que para el amor, y se encuentran más realizados en el odio, en la crítica, en la denuncia, en la condena, que en el anuncio y en la salvación. Lo que hay que predicar es la salvación, la salvación de la condición humana. Al rico hay que decirle que para salvarse tiene que administrar con justicia y solidaridad mirando no a las riquezas, sino a las personas. La salvación del pobre es encontrar una vida digna desde la justicia y la verdad, no desde el odio. Y luchar por ella. Sin callarse cuando les han condenado a la miseria inhumana, sobre todo si se ha realizado desde el enriquecimiento de otros. Habrá que condenar las situaciones inhumanas, pero hacerlo sin odio. El odio empobrece. Y considerando qué medios y cómo se han de utilizar para que se haga justicia. Se ha de urgir actuar contra esas situaciones que se estiman injustas; pero sin impaciencias que llevan a actuar de manera desaconsejable, y a que la resolución de los problemas sea imperfecta, como el tiempo pronto dejará ver.
Pero, ante todo no olvidar esa opción desde la indiferencia, el cansancio, el desánimo, o la impotencia. Siempre ayudará a buscar la propia pobreza, entendida como sobriedad. Gran virtud la sobriedad que arrastra a valorar más el ser que el tener.