31 de marzo de 2014
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Mantener la autoestima es imprescindible para encontrar un sitio en el mundo, entre los demás. Si falta se produce la desubicación social, existencial. La autoestima se basa en aceptar nuestra condición humana. Lo que somos y lo que podemos esperar positivo de nosotros mismos. También la necesidad de corresponder con nuestra vida a esa dignidad. A la vez no dejarnos aplastar por los fallos que tengamos. En la fe cristiana tenemos bases impensables para mantener la autoestima: nuestra naturaleza ha sido asumida por Dios en Jesús de Nazaret, ha “merecido” su vida y muerte; ha sido exaltada en su resurrección: en ella todos hemos resucitado. San Pablo nos advierte que no nos estimemos más que a los otros. La autoestima no mira a compararse con los otros, sino a valorar su propio ser. La reflexión me surge a propósito del inicio del texto evangélico del sábado pasado, la parábola de la oración del fariseo y del publicano. El fariseo se ve a sí mismo como distinto y superior a los demás y en especial al publicano que ora. Necesita esa comparación para su autoestima. La parábola, dice el texto, Jesús la proclama “por algunos que teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás”. La autoestima se concilia con saberse pecador. Creerse justo genera autosuficiencia: no necesita de nadie, ni de Dios que le perdone. Los demás son los inferiores. No los necesita para nada, nada pueden ofrecerle, en nada ayudarle. Todo ello vivido sintiéndose “seguro de sí mismo”. El principio de incertidumbre tan propio de nuestro vivir ni le roza. En “justicia” se permite despreciar a los demás, dice el texto evangélico. Los otros son la “masa”, la “escoria”, como Mounier decía que entendían a los otros los que se cerraban en el egoísmo del individuo. Autoestimarse es necesario. Creerse autosuficiente es destruirse. Nos estimamos sólo cuando procuramos la autoestima de los demás.
Fray Juan José de León Lastra
Comentarios
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Alvaro
17 de septiembre a las 19:49
totalmente en desacuerdo, Dios no quiere siervos inútiles, una persona que no es autosuficiente compréndase como la persona capaz de solucionar sus problemas apoyándose en Dios, que sabe traer sustento a su casa con Dios como guía, pero que pone de su parte. Una persona que no sabe hacer eso es un siervo inútil, y el autoestima claro Dios te eleva el autoestima, pero quiere que creamos que no dependamos de nadie más que de Él y nuestro propio esfuerzo combinados, "AYÚDATE QUE YO TE AYUDARÉ"
Coptel
27 de octubre a las 17:46
Bueno