28 de diciembre de 2011
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El relato de Mateo de la matanza de los niños es el relato de una crueldad. ¿Qué celebrar, entonces? Existe una tradición, vieja tradición que quiere ver en esos niños verdaderos mártires. El color litúrgico del día es el rojo de los mártires. Mártir sabemos que significa testigo. ¿De qué son testigos los niños asesinados, si no es de la crueldad de Herodes? ¿Cómo se ha pasado a decir que, no con las palabras, pero sí con los hechos, los niños masacrados fueron testigos del Niño recién nacido. Está claro que asesinados con ocasión de su nacimiento, como reacción cruel de Herodes al no encontrar al “Rey de los judíos”, no es lo mismo que asesinados porque ofrecieron su vida por Jesús. Repasamos los textos de la celebración eucarística:
En la antífona de entrada se dice: “los niños inocentes murieron por Cristo”. Lo dicho, es evidente que su inconsciencia les impedía morir o vivir por alguien. En la colecta se dice que “los mártires inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor”. San Ireneo decía “la gloria de Dios era la vida del hombre”, no su muerte. Muerte además sin ser querida ni asumida, simplemente ejecutada. En el salmo responsorial se manifiesta la alegría porque “hemos salvado la vida, como un pájaro de la trampa del cazador”… la trampa se rompió y escapamos. Nuestro auxilio es el nombre del Señor”. El salmo manifiesta la alegría por lo que había que alegrarse y lo que había que celebrar: que José inspirado por un ángel, logra burlar al asesino y salvó a Jesús de ser asesinado. Esa fue la voluntad de Dios. Es la vida amenazada y salvada de Jesús lo que había celebrar. (Si bien oscurecida la celebración por la reacción criminal de Herodes). El texto evangélico no alude a ninguna celebración, sino a que se oyen los lloros y lamentos en Ramá: “es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo porque ya no viven” Y eso es lo que se cumple, según apunta san Mateo.
En el mundo civil este día es el día de las “inocentadas”, día de las bromas. No parece de buen gusto que se “bromee” en el recuerdo de una matanza de niños. Quizás la Iglesia dio pie a ello con la celebración litúrgica, que se funda en lo que dice la oración de después de la comunión: “Los niños fueron coronados de gloria en virtud del Nacimiento de Cristo” Lo que estimo que sucede con todo niño que muere –desestimado el limbo-. Sin que nadie vea en la muerte del niño, provocada de modo cruel, algo que celebrar.
Nota. Son muchas las personas más inteligentes que yo que en los siglos de historia del cristianismo han encontrado razones para celebrar litúrgicamente esta fiesta; sigue habiéndolas hoy. Son más de fiar que yo. De todos modos si se suprimiera la fiesta litúrgica de los “Santo inocentes”, puede que no hubiera demasiadas protestas. Así lo entiendo. De momento, lectores, mantengan la fidelidad al “Calendario litúrgico
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