8 de noviembre de 2023
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Nos estremecemos con el número de suicidios en nuestra sociedad. Pero cuando son, por ejemplo, dos niñas de doce años, hermanas; o un padre que arrastra a su hijo, niño, a la muerte, nos quedamos sin palabras. Sin palabras porque no entendemos, no sabemos qué decir. Y quizás lo peor es que, urgidos por una exigencia de encontrar explicación tratamos de ver los responsables de que dos niñas tomaran esa decisión. Y bien está, buscar lo que puede explicar un hecho tan inesperado, como doloroso. Pero también hemos de aceptar que no lleguemos a entenderlo. Aceptar que es un hecho que nos rebasa. Y quizás esto corresponde a su dimensión. No cabe en la capacidad de comprensión del ser humano.
Una vez más se manifiesta que el ser humano tiene una complejidad en su ser que rebasa nuestro entender. Lo que no implica que renunciemos a comprenderlo, sino que nos acerquemos a él con la humildad de que nos acercamos a algo desbordante. No llegaremos a “saber todo del ser humano”. ¿Será esa nuestra grandeza?
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