10 de mayo de 2017
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Es Ratzinger quien utiliza esta expresión. Positivismo entendido como el conocimiento propio de los sentidos. Para Comte positivo es el tercer y último estado del desarrollo de la mente humana, superado el estado teológico y el filosófico. Si se habla de Dios nos movemos en lo transensorial, en el estado religioso, diría Comte. Incluso la razón, no sólo los sentidos, se encuentra limitada para hablar de Él: solo unos pocos, después de muchos errores y con conocimiento análogo podrían saber algo de Él. Siempre será mucho más lo que de Él ignoremos, que lo que sepamos, nos lo advirtió ya Tomás de Aquino. Dios es inalcanzable e invisible para las religiones, sobre todo para las monoteístas. El judaísmo y el islam, celosas de esa distancia de lo divino, para no caer en la idolatría, rechazan cualquier imagen de de Dios. Por el contrario el Dios cristiano desde su también infinita distancia asumió la condición humana: se le pudo ver y palpar, se oyó su palabra, permitió que los sentidos humanos llegaran hasta él, pues “se hizo carne”. En ello radica la dimensión positiva de la fe cristiana. Y también su dificultad, porque podría resultar más fácil quedarse en lo insondable de la lejanía de Dios, abrumados por su misterio, que no verle, sentirle, oírle al visitarnos en un momento dado de la historia. Pero no sería inteligente desaprovechar esa cercanía de hombre perfecto y perfecto hombre , como recuerda de Jesús el Vaticano II, para no considerarle nuestra referencia existencial. Ser centro de la vida y no sólo de la religión, del culto a lo misterioso.
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[Anónimo]
6 de abril a las 3:17