6 de enero de 2014
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Escribo el día de los Reyes Magos. Es el día del regalo. Realizado por seres misteriosos. Luego han aparecido días de regalo a instancias de las exigencias del mercado, adjuntándolo al día de la madre, el padre, san Valentín, de los abuelos… Gusta recibir regalos. También pueden decepcionar cuando se esperaba y el regalo no satisface esa esperanza. Pero gusta también regalar. Se percibe la satisfacción de quien regala cuando lo hace al margen de protocolos, intereses de correspondencia: lo hace por afecto, por ofrecer lo que agrada, lo que ayuda a hacer feliz…. Así, quien regala se regala también un buen momento, instantes de sintonía feliz, un intercambio de miradas amigas. El regalo no es la limosna. Quizás no llega a su altura. No surge de la diferencia entre quien tiene y no tiene, y trata de ayudar al que padece escasez. Es un signo de compartir felicidad. No tanto por el regalo en sí, como la “química” que establece entre quienes se regalan: el intercambio de objetos cede ante el intercambio de afectos: se regalaría mucho más de lo que se regala si bastara el cariño para poder regalar. No pocas veces negarse a recibir el regalo es bloquear el gozo de regalar. Nuestra vida es un regalo: surge de un regalo y debe ser un regalo para los demás. Una “vida regalada” no es la vida del sibarita que se cierra en su gozo solitario, es una vida que es vista como regalo y que como regalo se ofrece. Es una vida que siente y goza de los regalos de la convivencia, de la luz, y el aire…; la del que se siente agraciado. El regalo dice relación directa con la gracia. Con lo gratuito. Finalizamos el tiempo en el que celebramos el regalo de Dios, Jesús de Nazaret. Dios nos regaló porque amaba al mundo, nos amaba; es una sintonía de afectos, de amor. Dios practica el gozo del regalo. ¡Hagamos de nuestra vida un regalo!
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