11 de junio de 2022
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Estamos hechos para la gravedad. O es nuestro mundo el que nos la impone. Los astronautas han de aprender a vivir sin percibir la atracción del suelo, sustancial a nuestro existir. A veces existen vidas que se mueven con ligereza, sin el peso de ocupaciones y preocupaciones. Ligereza porque no son arrastradas por ellas, viven una especie de levedad o ingravidez.
El descanso de la persona implica sentir esa levedad mental. Algo distinto del vacío. Porque el vacío no existe, o al menos no resiste mucho tiempo. Me refiero al vacío mental. Ni siquiera existe en el sueño. La mente ha de sentirse activa y necesita algo de que ocuparse. El vacío mental nos desconcierta, lleva a no encontrar sentido a ser, a vivir. Vivimos para algo. Sin ocupación nuestra mente sufre una implosión. Pierde unidad, se desmenuza, ocupada asuntos superficiales, irrelevantes, sin entidad.
Puede suceder en la jubilación cuando se deja de tener responsabilidades que la sociedad, la familia, la comunidad te ha solicitado a lo largo de los años. Cuando no sirves para lo que has servido. Se gana en ligereza mental y vital, a la vez se corre el peligro del vacío. Se gana en libertad que brota de la indeterminación, se pierde en libertad que surge de la opción, en su dimensión social, comunitaria.
Hay que saber vivir cada momento, sin que el momento sea el final de la historias: solo una circunstancia de ella.
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