6 de diciembre de 2016
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¿Cómo has caído del cielo, lucero, hijo de la aurora, y estás derrumbado por tierra, agresor de naciones? Tú que decías en tu corazón:"Escalaré los cielos, por encima de los astros divinos levantaré mi trono. Me sentaré en el Monte de la asamblea, en el vértice del cielo; escalaré la cima de las nubes, me igualaré al Altísimo."¡Ay, abatido al abismo, al vértice de la sima! Los que te ven se te quedan mirando, meditan tu suerte:"¿Es éste el que hacía temblar la tierra y estremecerse los reinos, que dejaba el orbe desierto, arrasaba sus ciudades y no soltaba a sus prisioneros?" Los reyes de los pueblos descienden a sepulcros de piedra, todos reposan con gloria, cada cual en su morada. A ti, en cambio, te han arrojado de la tumba, como carroña asquerosa, te ha cubierto de muertos traspasados a espada, como a cadáver pisoteado. No te juntarás a ellos en el sepulcro, porque arruinaste tu país, asesinaste a tu pueblo. No se nombrará jamás la estirpe del malvado (Isaías 14,12-20).
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