3 de mayo de 2023
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¿Por qué la iglesia católica des su visión cristiana de la sociedad, ha promovido la igualdad de derechos, y su consecuencia en la dimensión política, la democracia, sin embargo, no incorpora esa igualdad y esa democracia en su modo de actuar? Es la crítica que hace unos aparece en un diario español, que conoce y publica con frecuencia los trapos sucios de la Iglesia.
No es fácil hacer ver que lo religioso no se funda en lo fríamente racional, sino además y de modo significativo en lo simbólico. Sin símbolo no hay religión, no hay culto, porque no hay relación con, ni modo de expresar lo que trasciende la razón, el misterio. Incluso en el ámbito del mundo de la razón existe la filosofía hermenéutica, que acude al símbolo para poder interpretar la realidad humana. Vivimos en gran parte en ámbito simbólico. Sin símbolos nuestro lenguaje sería pobre, inexpresivo. Nuestros afectos se pudrirían en un ejercicio frío de la razón. El gesto, como símbolo, tiene el valor de significar algo distinto superior a él; pero sin el gesto, la verdad se quedaría en oscuridad inasequible.
Donde existe lo religioso es imprescindible el símbolo. Un sacerdote, un obispo, el Papa no son simples funcionarios al servicio de la sociedad, ministerios que la sociedad se da a sí misma democráticamente. En ellos existe y simbolizan un “poder”, una “autoridad”, que no viene de la sociedad, sino de Dios en el que se cree. Bien está que la sociedad, los fieles de la Iglesia, sean tenidos en cuenta para su elección, en lo que ahora se subraya con acierto como dimensión sinodal de la Iglesia; pero si no queremos olvidar su carácter religioso, es necesario reconocer una autoridad no procede de las decisiones democráticas de los fieles, sino de la transmisión que viene “de lo Alto”.
La fe cristiana es la fe más inmersa en lo humano, se basa en un Dios que asume la condición humana. Pero es religión, mira hacia el misterio de Dios, hacia la presencia de una presencia activa, que trasciende lo humano. Y en su realización social acude a lo simbólico, como toda religión. Por ello, es fe, no pura doctrina producto del bien pensar humano. Ahora bien, es fe que insta a que entender bien y realizar lo humano. En comprometerse en lo humano está la esencia de la fe cristiana. Pero la institución que acoge esa fe y sus exigencias, la Iglesia, no es simplemente humana, está fundada en lo que rebasa lo humano en lo religioso, en lo trascendente, en el Dios de Jesucristo.
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