15 de agosto de 2023
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La expresión de es Jacques Maritain. O al menos leyendo Le paysan de la Garonne, me encontré con ella. Se cumplen cincuenta años de su fallecimiento. Esto permite que se le recuerde de manea especial. Recuerdo su lectura al finalizar el concilio Vaticano II. Me dejó entre contrariado y reflexivo. El entusiasmo que teníamos por el Concilio, puesto a prueba por alguien que había sido referencia en nuestro tiempo de formación, teológica y filosófica. Joven sacerdote, entregado a ayudar a adolescentes en su formación académica, e integral como internos en un centro educativo, no encontraba ambiente para la reflexión teológica. Veranos en Francia, me habían permitido conocer resonancias del concilio a través de Informations Catholiques y otras publicaciones, entre ella el diario del concilio de Congar. Hoy, buscando en mi desordenada biblioteca un libro, me encontré con el libro de Maritain. En un periódico de la ciudad el domingo 13 de agosto, un sacerdote de amplia formación bíblica, teológica, filosófica recordaba al teólogo y filósofo francés, católico militante, converso. Y comentaba el libro al que vengo haciendo referencia.
Releí una serie de páginas del libro de Maritain. Me encontré con la expresión que titula este comentario. Una expresión que Maritain utiliza para criticar la dependencia del momento que se vive, de sus “modas”, también intelectuales, teológicas…. Una dependencia, que para él es un culto, - y culto de adoración, el que se debe solo a Dios, latria-, de nuestro conocer y valorar la verdad, al tiempo que se vive. Es el momento el lugar teológico por excelencia. Así se interpretó la expresión, “signos de los tiempos”. Con olvido de que añadía, “considerados a la luz del evangelio”, el de siempre.
Si algo es perentorio es la moda, matrimoniada con el tiempo, es víctima del tiempo. El tiempo le es infiel. No podemos vivir ciego al momento, es el tiempo que vivimos; pero es triste o infantil, adorarlo, y que sea la referencia más definitiva de nuestro pensar y actuar. No podemos ver en Cronos, un Dios a quien adoramos.
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