10 de enero de 2014
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Una vez más un plan educativo de ámbito nacional reduce la presencia académica de la Filosofía. No creo que tenga más contestación que la que proceda de alguna elite intelectual o de alguien que vea en peligro su trabajo como profesor. Leo: “La postmodernidad ha destruido el mito de que las humanidades humanizan. No es cierto lo que creyeron tantos educadores y filósofos optimistas, que una educación liberal, al alcance de todos garantizaría un futuro de progreso, de paz, de libertad, de igualdad de oportunidades, en las democracias modernas…” Lo escribe Vargas Llosa al exponer la tesis del Kulturpessimismus de Steiner, en su libro “La civilización del espectáculo”. Antes de plantear el valor humanizador de las humanidades, será necesario entender qué se entiende por humanizar. O sea, en qué ser humano pensamos, qué líneas han de predominar en él: ¿Es el hombre que pretende interpretar su realidad la que le envuelve y la que le trasciende y situarse – éticamente- en ella? ¿ Es el homo faber, el que sabe servirse la naturaleza para su propio interés? ¿Es el que centra su vivir en la satisfacción inmediata de sus pulsiones sin más horizonte que el carpe diem? La diferencia entre esos modelos de ser humano se funda en buscar o eludir la interpretación de lo que uno es, o mejor ha de ir siendo. No detenerse a interpretar el propio ser y hacer, es dejarse arrastrar por las fuerzas dominantes de lo mediático, la moda, la inmediatez, lo provisional, lo circunstancial… Es vivir sin hondura y sin horizonte. Es cierto, para eso no se necesita la filosofía.
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