20 de enero de 2020
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La gala de los Goya no pierde nada porque yo no la presencie -por televisión, claro-. Yo creo que tampoco pierdo nada relevante por no verla. Puedo ocupar ese tiempo en asuntos que me resulten más digeribles. Incluso de los que disfrute. El cine me ha gustado. He disfrutado viendo no pocas películas. Y ahora sigo disfrutando de vez en cuando viendo películas antiguas, no pocas ya vistas. No voy a culpar de ello al cine de hoy. Supongo que la razón estará en mí. Resisto menos la violencia, la grosería, los tópicos, que buscan aplauso populista- y por ello dinero-. Es, pues cosa mía, no del cine. Confieso que en mis lecturas de novelas cuando haciendo quizás un juicio temerario, me parece que el autor o autora escribe pensando en el guion que llevará su ficción al cine, me decae el entusiasmo por la lectura. Me parece que en estos casos lo explícitamente literario pierde autonomía a favor de la imagen. El signo de los tiempos: sin imagen no hay existencia. Existe lo que entra por los ojos, la imagen, en contra de la imaginación. Lo objetivo se impone a lo subjetivo Que en otro ámbito que me toca algo más de cerca se formularía: “fuera de lo sensible no hay realidad. Lo empírico es lo absoluto”. ¡Pobre Filosofía!
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