24 de diciembre de 2011
0 comentarios
¿Quedará algo por decir sobre la Navidad? Si la Navidad es misterio nunca habrá una última palabra sobre él. Sí, es misterio, aunque haya tanto empeño en hacerle visible, tangible. Ya que es un misterio que consiste en encarnarse. La Navidad se toca, se ve, se oye. Pero no anula la realidad del misterio. Es misterio de Dios, que, como huyendo del misterio, se hace realidad palpable. Mas, ¿qué misterio más grande que ver a un Dios que se nos presenta como niño? El pueblo lo ha entendido: por eso llama “misterio” a una escena nada misteriosa: un recién nacido entre su padres. Ver más allá que la escenificación de la Navidad es nuestro desafío. Intentar conectar con ese Dios que no sabe qué hacer con nosotros de tanto como nos ama. A la vez, y por eso conectar con ese ser humano a quien tanto ama: ¿qué tendremos para que Dios se vuelque tanto con nosotros? ¿Por qué no nos valoramos más? ¿A nosotros y a los demás, a todos? No reconocer nuestra dignidad es reducir el misterio de la Navidad a un absurdo. El misterio no se puede penetrar en toda su hondura, pero nos llama a intentarlo, a ahondar en él. El absurdo, no tiene sentido, no merece que gastemos tiempo y esfuerzo en él. La Navidad es misterio, y a la vez algo tangible, una proclamación que todos podemos entender: tratémonos los hombres como Dios nos trata.
Comentarios
Hasta ahora se han publicado
0 comentarios. Déjenos también su opinión.