6 de julio de 2020
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Nueva normalidad indica que el estilo de vida individual y social que exige ha de ser el normal. O sea, el reiterado día a día. A pesar de lo que tiene de “anormal”: siete de julio sin sanfermines, como manifestación de un verano apenas festivo; ignorancia sobre cómo comenzará el nuevo curso académico en los diversos niveles, limitaciones en las concentraciones sociales de todo tipo… o la separación en el encuentro personal: nada de besos, abrazos, ni siquiera apretones de manos entre quienes llevaban tiempo sin verse… y la mascarilla. ¿Será eso lo normal? O la nueva normalidad ¿será un paso necesario para conseguir la “normalidad” sin más? Si fuera así, no es normalidad, sino excepcionalidad, situación excepcional, no tan rígida como la anterior, que busca lo “normal”. Es pues una “nueva anormalidad”, más cercana a la normalidad, necesaria para llegar a ella.
Cierto, que se dice que la situación de anormalidad, de alarma, ha servido para que se introduzca con más fuerza lo virtual, digital en la vida individual y social, educativa, laboral, sanitaria, comercial…. Y de eso no poco va a quedar en la normalidad.
De momento, seamos obedientes, así, obedientes, aunque lo de obedecer no suena bien, a lo que las autoridades nos exigen para esa llamada “nueva normalidad”. En la confianza, de que lo no poco que tiene de anormal, deje paso con el tiempo a lo que es de verdad normal.
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