5 de febrero de 2019
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El autor dice que el amor, esencial a la fe cristiana, no es un sentimiento, sino que es actuar. Es cierto que son abundantes lo textos de la Sagrada Escritura en los que se dice que amar es comprometerse en la ayuda al otro, en no ser indiferente a su dolor, o penuria. Se ha de amar al prójimo, pero quien sabe quién es el prójimo a quien amar es el samaritano que actúa, que se compromete en ayudar al malherido que se encuentra en el camino. No sabe de amor el levita y el sacerdote que se despreocupan, que no actúan. El reino preparado por Dios para los hombres acogerá a los que dan de comer, dan de ver, acogen al peregrino…, a quien actúa a favor del necesitado. Obran éstos humanamente, por eso alcanzará el reino preparado para los seres humanos. El que se desentiende de los que necesitaban ayuda al otro, obran inhumanamente y por eso no pueden ser acogido en lo preparado a los seres humanos, sino que irán a juntarse con los ángeles malos. Así de claro aparece el compromiso de la acción el mensaje de Jesús.
San Pablo dice en el famoso himno al amor de I Corintios: “si repartiera mis todos bienes entre los necesitados y…, si no tengo amor nada me serviría”. Jesús en el evangelio ya enseñó que no bastaba hacer oración y ayunos o dar limosna, sino que había que atender a por qué se hacía. Cuando se habla de dar de comer al hambriento, de beber al sediento…etc, se dice que son obras de misericordia. No sólo obras, sino obras que surgen de un sentimiento previo, la misericordia. Ello viene a exigir, pues, que el sentimiento del amor es imprescindible para que haya, eso, amor. Eso sí sentimiento hondo, asumido en lo profundo del ser; no una emoción efecto de unas imágenes televisivas de la miseria humana, que como llegan se van y con ellas la emoción. El amor no es epidérmico, la emoción no pocas veces sí.
El por qué se hace lo que se hace es imprescindible para valorar lo que se hace. La bondad está en principio en el interior del ser humano, en sus sentimientos, en sus intereses. Cuando éstos están arraigados necesariamente se manifiestan en obras. ¡Que se lo pregunten a los padres, a las madres respecto a sus hijos! No necesitan ningún mandamiento para atenderles en sus necesidades, basta el amor. Siempre es eficaz el amor cuando es realmente amor, siempre se realiza en obras. Lo contrario no es tan seguro: obras objetivamente buenas, como la limosna, dar e comer o beber… no siempre se hacen por amor, por misericordia…ni por justicia.
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