12 de noviembre de 2015
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Existen personas a las que no les gusta celebrar el día que cumplen años, sobre todo si éstos dictan que se abandona la juventud. Sin embargo, cuando los años son muchos, rebasan con amplitud los ochenta, por ejemplo, se celebra el cumpleaños y se presume de cumplirlos. Casi todos están convencidos de que no los representan. El dramaturgo Casona decía que los años que tenemos son los que ya no tenemos, los que tenemos son los que nos quedan de vida ¿cuántos son?, no lo sabemos. Nos sabemos, pues cuántos años tenemos. La Orden de Predicadores en su rama masculina cumple el 22 de diciembre de 2016 ochocientos años de vida oficial en la Iglesia. Como son muchos los años, se miden en siglos, hay motivo para celebrarlo y presumir de que nuestra Orden es vieja: ha resistido ocho siglos, con todas las peripecias propias de la historia, y sigue viva. Hay que dar gracias a quienes han pasado por la historia de la Orden por haber conseguido que podamos ser dominicos después ochocientos años de historia. Pero hemos de preguntarnos en la línea de Casona, ¿cuántos años son los que nos quedan de vida? No lo sabemos. No somos eternos como la Iglesia. Ni nos preocupa. Lo que nos preocupa es continuar la historia recogiendo lo mejor de ella y vivir los momentos presentes en vista a ir haciendo mejores los futuros. Contribuir a que dentro de cien años otros celebren los novecientos años. Y al decir “celebren” se indica que habrá razones para celebrar, razones para el júbilo, no sólo por la historia transcurrida, los años que no tenemos ya, sino por la realidad presente y los años que queden de vida y de vida digna. Para ello siempre habrá que conocer la historia, lo que nos enseña y saber quedarse con lo mejor. También mantener el entusiasmo, el júbilo, por ser lo que somos, por la vida de los que precedieron: celebrar el jubileo.
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