4 de agosto de 2020
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He visto en la ciudad donde estoy una manifestación de protesta por las limitaciones que las autoridades han ordenado al llamado “ocio nocturno” para evitar contagios del Covid19. Los que se manifestaban eran asiduos al “ocio nocturno”, sino los que se dedicaban al “negocio nocturno”. Los romanos clásicos distinguían entre el otium y nec-otium. El ocio era el modo propio de vivir del ciudadano romano. El nec-otium era el propio de los que no alcanzaban esa ciudadanía. Al nec-otium pertenecían los trabajadores, que realizaban esos trabajos que se llamaban serviles, que algo tenían que ver con los siervos. Otros trabajos, que se llamaban liberales, sí los realizaban los ciudadanos romanos. (La Iglesia utilizó esos términos para distinguir los trabajos que se podían realizar en domingo de los que no se debían realizar, de acuerdo con el precepto dominical. Distinción obsoleta, que ya no se encuentra en el Catecismo). Los que reivindicaban el “ocio nocturno”, no eran, pues, los que disfrutaban de él, sino los que realizaban algo contrario al ocio, el negocio. Cicerón alaba el otium. Es tiempo de serenidad, de tranquilidad, sin el ajetreo que exigen los “negocios”. Pero, precisa, ha de ser otium cum dignitate (con dignidad). La dignidad ha de señalar cómo ha de ser el ocio: es lo que se ha de pensar en situaciones tan excepcionales como las de la pandemia. Ocio sí, con la dignidad que exige el respeto a la propia vida y a la ajena, a la salud.
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