2 de octubre de 2021
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Reconocer los fallos, las equivocaciones, las decisiones tomadas en su día, es lo lógico, lo que debe ser normal, lo humano y lo cristiano. Sin que ellos lleven a amargar la vida. Creer que nuestra historia, personal y social es un conjunto de buenas decisiones, aciertos, obras buenas, es engañarse. Es empobrecer la propia vida, el modo de vivir, ya que parece exigir que para sentirse bien bajo su piel necesita airear éxitos de la propia historia; sentirse digno de consideración social, y rechazar ser un ser humano que pasa por la vida haciendo y el bien y otras veces el mal.
Lo he pensado a propósito de unas palabras de Papa Francisco en las que reconoce que en la historia de la presencia de la Iglesia - entiendo que se refiere a la Iglesia, no habla de España-, en México hay razones para pedir perdón. Como México y la iglesia mexicana tendrán de qué pedir perdón de lo hecho, o no hecho cuando había que hacerlo, en los 200 años de independencia. Sólo quien está empeñado en ser más que lo otros no piden perdón. Cuando el perdón engrandece más que el aplauso. Sobre todo, cuando el aplauso se lo da uno a sí mismo. Y se lo da porque lo necesita para sentirse vivo. Es algo bien triste.
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María Elena
11 de octubre a las 22:45
El problema estriba en que pedir perdón implica cierta humillación y,a su vez,ésta es considerada una debilidad. Si ésta, al mismo tiempo, puede suponer estar expuesto a ataques según la mentalidad imperante, no es de extrañar que la soberbia se desate y opte por no reconocer las propias equivocaciones que, a decir verdad, sólo refleja el complejo de inferioridad de quien no tiene el valor de reconocerlas públicamente.
Joaquínfmarcos
5 de octubre a las 20:36
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. Evangelio de Mateo (6, 14-15). Que fácil pronunciarlo y que difícil de hacerlo hoy en día, nos cruzamos con gente todo los días, nos damos un roce de hombros ¿Cuántas veces nos decimos perdón? Nos da miedo pronunciar perdón, no sabemos pedir perdón. Pedimos perdón cuando de verdad pensamos, cuando nos viene el arrepentimiento del daño causado. Este modo de vivir no nos deja parar un instante detenerse un segundo, mirar, ver y pedir perdón nos haríamos mucho mas humanos, siendo este el motor de nuestra esperanza. Hace 2000 años hubo un hombre que se sacrifico por todos nosotros, por perdonar pecados, para poder ser libres, Él se paraba, miraba la necesidad de los hombres, a cada cual su caso, hacia su signo. Tenemos que llevar ese perdón, esa esperanza de hacer lo difícil fácil, de que lo que perdonemos hoy nosotros mañana senos será perdonado.