31 de diciembre de 2022
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Es uno de los salmos que rezamos en las laudes de días de fiesta y de solemnidades. La oración de las laudes durante este tiempo -octava- de Navidad lo incluye. El salmo empieza con una invitación a la alabanza a Dios, invitación también a la fiesta, “que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas…”. Pero ya en la tercera estrofa junto a “vítores a Dios en las bocas”, se pide “espadas de dos filos en las manos”. ¿A qué vienen ahora las espadas? La estrofa siguiente nos responde: “para aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas a los nobles con esposas de hierro”. Así de claro y terminante. Así sentenciados, el salmo concluye, “ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles”
El salmo empieza con invitación a la fiesta y la alabanza, y estas han de ir unidas a “tomar venganza”. Recitar este salmo cuando queremos impregnarnos del espíritu de Navidad, celebrar que el amor de Dios se hace presente en nuestra historia, en nuestro mundo, sin excluir a nadie, no parece coherente. O al menos sea hace muy difícil de entender. Exigiría una docta, bien fundamentada explicación bíblica, que no está al alcance de todos. ¿Existe? ¿Qué añade este salmo a la celebración navideña? Más bien parece enturbiarla. Como además se le concede presencia en todas las celebraciones litúrgicas de relieve, con perplejidad oramos en esa fiesta,
¿De verdad es necesario mantener ese salmo en las laudes más solemnes? El Vaticano II reformó la liturgia y en el rezo del oficio divino “depuró” algunas expresiones o versículos, para que no aparecieran en el rezo. ¿Por qué se salvó este salmo, tan duro, exigente, violento, vengativo?
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Anónimo
6 de febrero a las 13:37
Con una mirada al cielo, y un grito sale de nuestro corazón, al Señor; le pedimos auxilio..."Señor date prisa en socorrerme"
Y este salmo el 149, a pesar de todo, mantiene la confianza, porque sabe que a su lado está el Señor, que es el auténtico Rey de la historia.
Por consiguiente, su victoria sobre el mal es segura y será el triunfo del amor.
El salmo nos invita también a cantar al Señor que ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.