17 de abril de 2013
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“Lo primero que tendríamos que aprender de Jesús es a ser verdaderamente hombres” Rahner. Él fue uno de tantos, como dice el himno de los Filipenses, Se anonadó a sí mismo. No fue un brillante artista, literato, sociólogo, político… Fue un ser humano en su integridad. Fue consiguiendo la integridad del ser humano, que es integridad moral y religiosa: de saber sobre el prójimo y de experiencia de Dios. “Lo único que propiamente se puede decir de él es que era religioso”, añade Rahner en la misma página de su afirmación anterior.Sin referencia religiosa la humanidad carece de hondo fundamento; sin humanidad lo religioso está vacío. La humanidad de Jesús va unida a su experiencia de Dios,en ella se alimenta y por ella se constituye. Ese es el escándalo de su vida: “Bienaventurado quien no se escandalice de mí” proclamo él mismo, ante los
discípulos de Juan , que exigían la imposición de la justicia en la tierra ya, sin espera ni proceso.
Si san Juan Crisóstomo habla de que Jesús aprendió a ser humano, ese sigue siendo nuestro desafío, en lo que consiste su seguimiento o su imitación, ahondar en nuestra condición humana. No podemos tener ni debemos pretender otro objetivo en nuestra vida. Para ello hemos de tener ante la vista al “hombre perfecto y perfecto hombre”, como Gaudium et spes define a Cristo. Hoy sigue siendo escandaloso pretender sólo ser lo que somos. Se ha adueñado del ser el tener, el éxito, el poder, el protagonismo social: no vale ser “uno de tantos”, “un hombre cualquiera”, como Jesús. Nuestra apuesta vital, todo proceso educativo, debe conducir, sin embargo a ser, aunque sea escandaloso socialmente. Bienaventurados los que no se escandalizan de quienes ordenan su vida a ser hombres/mujeres, a los ojos de Dios.
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sanjuanin@eresmas.com
20 de abril a las 17:39
Rvdo. Padre León Lastra:
Le conocí como profesor en la escuela de Teología S. Pablo de Valladolid y leí algunos otros comentarios suyos en internet.
Ciertamente tiene el don de la palabra, el don de saber comunicar apoyándose en otros padres de la Iglesia y en sus experiencias personales.
En este pequeño apunte, palpo perfectamente su criterio de siempre, de sencillez, de bajar a lo ordinario, para desde allí encontrarse con lo más alto, con Jesucristo.
Enhorabuena por ser "un hombre cualquiera" y por invitarme a mi a que tambien lo sea.
La Paz.
José Méndez