11 de diciembre de 2014
0 comentarios
“Sólo en la experiencia mística de Dios, en lugar de ser concebido solamente en términos especulativos, como fundamento eterno, infinito y viviente del ser, es conocido, o mejor aún, sentido como tal en un directo. Esta experiencia, aunque imposible de comunicar a otros en su cualidad original, es decisiva para mantener vivo el legado religioso de la humanidad; está en el origen de las grandes religiones y está reflejada en los documentos literarios más importantes de la historia de la religión” (Kolawkoski, Si Dios no existe…).
Estas afirmaciones suscitan en los “religiosos” –entiéndase la palabra en un sentido amplio-, la pregunta: ¿hemos sabido trasladar el legado religioso recibido? Tengo la impresión de que antepasados nuestros tenían una experiencia más connatural de Dios, estaba él más presente en sus vidas, era una experiencia no cuestionada, ¿”contacto” directo con él, como apunta Kolawkoski?
Lo religioso tiene que luchar con el laicismo radical; pero también con una fe reducida a compromisos morales, que no hace mucha referencia al contacto con Dios. El gran hallazgo del cristianismo es ver a Dios en el ser humano, lo que por el ser humano se hace por Dios se hace. Queda la duda de si al hacerlo -por el ser humano- sentimos el “ directo” con Dios. Si al amor recibido de Dios, “nos amó primero”, dice san Juan, ¿correspondemos conscientemente a ese amor al amar al hermano? Nuestra religión no es una pura religión de las llamadas “místicas”, que se cierra en el culto a la divinidad. Es “profética”, implica un modo de vivir, no sólo un modo de dar culto a Dios. Nuestra fe, nuestra religión no se reduce a la virtud de la religión, por la que, dice santo Tomás, tributamos a Dios el culto debido. No se reduce a la oración, a participar en los actos de culto, a “decir Señor, Señor…”. Pero tampoco, si es religión, se queda en “buenas obras”. Exige presencia, “contacto”, referencia privada y pública a Dios como fundamento de nuestra moral, de nuestro vivir. Es el legado recibido que no podemos olvidar, ni interrumpir su transmisión a quienes vienen detrás de nosotros. Cierto, no todos piensan así: se conoce el libro, “Cómo ser cristiano sin ser religioso”. Sin embargo Jesús de Nazaret habla del hermano y del Padre. Al Padre se dirige, con él cuenta; a él quiere unirnos, pretende que nos veamos bajo su mirada, que con él tratemos, que oremos...
Comentarios
Hasta ahora se han publicado
0 comentarios. Déjenos también su opinión.