4 de junio de 2014
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El hacer constituye también nuestro ser; pero no lo refleja necesariamente. Jesús en el Evangelio recuerda que realizar las tareas más significativas del buen judío, la oración, la limosna, el ayuno no refleja necesariamente un modo de ser, pueden ser una simulación de lo que en realidad se es. Nosotros podemos juzgar lo acertado o no del hacer humano. Juzgar su ser nos supera. En la vida social nuestras apreciaciones de las personas, en concreto de las que tienen responsabilidades públicas, se limitan a juzgar sus hechos. Jesús dijo, no juzguéis y se refería al ser, a lo que sólo conoce Dios. “Dios nos juzgará por lo que somos, no por lo hicimos” (Legaut). El santo es desde la perspectiva religiosa cristiana el que creemos bueno, ejemplar por lo que de él sabemos. Santo Tomás entiende que el santo debe rezar por nosotros. El que tiene que ejercer responsabilidades públicas ha de ser el prudente. La virtud de la prudencia es la que permite “obrar según la recta razón”, dice el santo. Que aplicado a los que tienen responsabilidades sociales, políticas…, es la virtud que lleva a actuar de acuerdo con el bien común de los ciudadanos. A los ciudadanos tos toca juzgar y valorar cómo son los hechos, “agibilia”, del responsable social o político en orden al bien común, no canonizarlo ni condenarlo. No buscamos que sea santo, sino que sea prudente.
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