13 de abril de 2020
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Dice algo así una canción popular. La fiesta exige no solo celebración litúrgica, sino celebración social. No todas las fiestas litúrgicas; pero dos sobre todo sí: Navidad y Pascua. Acabamos de celebrar, sin pueblo, la Pascua de Resurrección. Pero las calles están vacías. Estamos bajo el peso de la pandemia: de sus muertos, contagiados, de sus consecuencias sociales y económicas y de la incertidumbre de saber hasta cuando, nos acompañará. Ni siquiera sabemos cómo va a ser su despedida. Y si será definitiva.
La celebración litúrgica, vivida interiormente y puede que con la hondura que merece, no tiene manifestación exterior, social. Solo las felicitaciones virtuales. Ha faltado algo esencial a la Pascua. También a la celebración litúrgica, al verse ésta sin el eco social. No vale ponerse puritanos y decir que lo esencial, la Resurrección del Señor, se ha celebrado. (Los que la han podido celebrar. La mayoría virtualmente). Nos ha faltado, por ejemplo, al final de la celebración, felicitarnos la Pascua unos a otros. Algo necesario para que haya fiesta. No ha habido toros. ¿Misa? Al final de la misa se dice en latín “ite”, “id” …, a continuar la celebración. Esta parte de la fiesta ha faltado, la acción litúrgica ha quedado incompleta.
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