21 de agosto de 2023
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Firmado por Mar Padilla leo en el suplemento “Ideas” del País un artículo sobre Simone Weil en el 80 aniversario de su muerte. Lo titula “La filósofa de lo concreto”. Se lee con gusto el artículo. Pero, como sucede con frecuencia, la autora dibuja una persona que está de acuerdo con los gustos u opiniones del dibujante. En el amplio artículo no aparece Dios, ni la dimensión religiosa de Simone Weil.
Ella, entre otros numerosos libros escribió: “La espera de Dios”, “El conocimiento sobrenatural”, “Reflexiones precristianas”, “Carta a un religioso”, “La gravedad y la gracia”, “Pensamientos sin orden respecto al amor de Dios”. La dimensión religiosa fue inquietud de su vida. Se consideraba cristiana; si no se bautizó, decía, era porque ya era cristiana. Su relación y correspondencia con el dominico P. Perrin es clara manifestación –“concreta”, que diría la autora del artículo- del relieve del cristianismo en su vida. Su radical generosidad, entrega a los necesitados, con compromisos concretos y radicales, encontraron, si no la fuente, sí la energía y fuerza en el mensaje cristiano.
Me pregunto: ¿Qué interés puede tener la autora del artículo no hacer referencia alguna a la dimensión religiosa en su biografiada? ¿La irrelevancia de lo religioso en su propia visión de la condición humana, que luego traslada a Simone Weil? ¿Se puede llegar a ser tan insensible a lo religioso -que diría Rudolf Otto- que no se entiende que no sea así en los demás? “Mística de frontera” sin embargo, subtitula María Clara Bingemer, una recomendable biografía de Simone Weil. Y se refiere a la mística cristiana.
Lo que creo que es relevante es que no pase desapercibido el centenario de la muerte, solidaria con los que no tenían acceso a las medicinas a las que ella sí tenía, sin conocer cómo fue de luminosa vida, a pesar de brevedad, treinta y tres años, su vida.
Nota. Al lado de ese artículo aparece en la misma publicación un comentario a un libro titulado, “El Evangelio sin Dios”. Bien está que se acuerden del Evangelio, pero que Dios estorbe… ¿?
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