17 de enero de 2017
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Es triste la autolimitación de la razón: que los seres humanos no permitamos despegar la razón más allá de lo que el conocimiento científico permite. Es una autolimitación de la razón que se fundamenta en el éxito de la ciencia (Ratzinger, Fe y razón, pg. 145). Tan evidentes son los éxitos que la ciencia, tantos beneficios –también algunas calamidades- ha aportado a la al existir humano, que ¿para qué ir más allá de ese modo de conocer? Las preguntas que la ciencia no pueda responder porque desbordan su capacidad de conocer, no son científicas, son inútiles, o un simple juego de palabras, un entretenimiento baladí. Dicho de otra manera: no hay lugar para reflexión propia de la filosofía. Incluida una parte de ella, la ética. Las acciones, se entiende, son buenas o malas de acuerdo con los resultados valorables empíricamente, de acuerdo con el bienestar social. Pero la realidad, también la empírica, se desdice. El ser humano que busca ser feliz necesita más que bienestar, necesita bienser, y esto exige encontrar sentido –expresión nada científica- a su existir. Quiere interpretaciones holísticas de él y del mundo en que vive, que la ciencia, siempre sectorial, no puede ofrecerle. Cierto, que no se asegura que se encontrará la respuesta con la evidencia de lo científico, pero constatará algo esencial a su ser: el misterio. Esa honda realidad que nunca se capta, pero en la que gusta sumergirse. Ocupación que entusiasma porque es propia de nuestra singularidad humana, de lo específico de ella. Si además la persona humana se deja captar por alguien que le conduce en ahondar en el misterio de su ser, y en lo que puede y debe hacer con su ser, en lo que le queda esperar, andará con más seguridad. Nunca total. Pero sí intuirá luz más o menos difusa, más o menos precisa al final del camino. En cualquier caso no es la evidencia científica lo único que el ser humano busca; también la experimentada, sin posibilidad de expresarla en fórmulas matemáticas, pero cargada de vitalidad, de esencia humana. Triste es renunciar a esa búsqueda a esas experiencias y auto reducir nuestra condición pensante y sintiente.
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Anónimo
19 de enero a las 0:27
El ser humano pasa su vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.