8 de septiembre de 2016
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“Vete a fregar platos” le gritó el espectador del partido de fútbol a la árbitro del mismo. Ésta suspende el partido y exige que el espectador sea expulsado. Así sucede con el aplauso del resto de espectadores. El episodio aparece en todos los medios. Felicitamos a la árbitro y a los espectadores: no hay que despreciar de ese modo a un árbitro porque sea mujer.
Pero me pregunto, ¿Cuál sería la reacción de la árbitro y la consecuente de los espectadores si el desconsiderado espectador le hubiera gritado “vete a estudiar filosofía”. Se puede entender que estudiar filosofía puede estar tan distante de arbitrar un partido de fútbol como fregar platos, y por ello expresaría que arbitrar estaba muy lejos de las capacidades de dicha mujer. Pero no, estudiar filosofía no merece el desprecio que parece pertenecer a fregar platos. Enviarla a fregar platos es enviarla a lo vulgar y bajo, que se entiende además trabajo propio de la mujer. Ahí está la fuerza del grito.
¿Sería necesario reivindicar que fregar platos es tan digno como estudiar filosofía: actividades humanas ambas, tanto del varón como de la mujer? Si fuera así el grito no tendría sentido.
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