En el individuo y en los colectivos de individuos, incluido el gran colectivo que llamamos nación, existe la tentación a mirarse a sí mismo y organizar la vida en torno a uno mismo, despreocupado del otro. Como si el otro, lo queramos o no, no perteneciera la vida de cada uno. Sin “el otro” ni siquiera existiríamos; , ya en la vida, sin lo que por nosotros han hecho otros, la sociedad que encontramos, nuestro saber y amar, la tierra que pisamos y por la que nos movemos, la mínima seguridad que podemos tener, la ayuda en momentos de enfermedad…serían imposibles. No vivimos por nosotros mismos ni para nosotros mismos: el otro está en el origen de lo que hacemos, en las consecuencia de nuestro vivir, en el desarrollo de lo más substancial de nuestra vida, de nuestro saber y de nuestro amor. No tiene sentido ni base humana que tratemos de olvidarnos del otro para enclaustrarnos en un yo mínimo, y degenerado en su condición humana. La dimensión social es lo que nos hace personas, es la que engrandece y ofrece sentido a la vida… y felicidad. Esto mismo hemos de decirlo de los colectivos que forman los seres humanos, entre ellos las naciones. Una nación que se cierra en sí misma ofrece una actitud inhumana, que además la acaba corrompiendo desde dentro. Las últimas elecciones en USA han plateado, entre otras, esa disyuntiva: una dice: EEUU ha de centrar su política en lo que limitan sus fronteras, para mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos, ofrecer seguridad, y prosperidad, en vez de invertir personas, tiempo y dinero en un mundo mejor; otra, insistirá en que EEUU no es una realidad social aislada en el mundo, es tributaria, como todos, al mundo en que existe y por lo tanto, por su mismo interés, no puede desgajarse de ese mundo. Porque sería un error y además es un imposible. Parece que con el triunfo de Trump prevalece esta segunda tendencia. La del egoísmo colectivo…, que suele pertenecer a los que se creen superiores. (Prescindo de otras consideraciones que están esparcidas en los muchos comentarios políticos a esa sorprendente victoria).